Javier Milei no defraudó ni sorprendió con los objetivos y las formas expuestos en su discurso de apertura del período de sesiones ordinarias del Cogreso. No cambió en nada sustancial. Y menos aún traicionó el contrato electoral con el que llegó a la Presidencia. Sí impuso novedades con los detalles propositivos que, en este caso, son lo que importa. Y sus planteso son, una vez más, a todo nada. Sin concesiones.
La convocatoria a la dirigencia política nacional y provincial y a expresidentes a adherir a un pacto refundacional de diez puntos de “políticas de Estado”, basadas en lo económico, por firmarse el 25 de Mayo, resume su propuesta de Gobierno, su método de llevarla a cabo y sus objetivos maximalistas de transformar el país de raíz, de una vez y “para siempre”. Cueste lo que cueste.
Al mismo tiempo fijó límites y volvió a señalar enemigos, algunos de los cuales tuvieron nombre y apellido, que no habían abundado en su boca hasta aquí, como Sergio Massa o Cristina Kirchner.
El colectivo de los réprobos lo compusieron los políticos, los sindicalistas, los empresarios prebendarios, los dirigentes sociales que “lucran con el hambre”. Quienes no acepten su “última oferta”, como él la llamó, estarán en ese espacio. Serán los integrantes de la casta defensora de la decadencia, los privilegios y los negocios espurios, que empobrecieron el país a los largo de los últimos 100 años. Polarización al extremo y sin mediaciones.
Con la contundencia y la crudeza que lo trajo hasta aquí, Milei estipuló las condiciones: “No vinimos a negociar nada. No vinimos a entrar en eltoma y daca de la política”, insistió. Y agregó: “Se enfrentan a un animal distinto. […] Ante los osbtaculos no freno, acelero”.
Con esas premisas tendió una mano a los que hasta acá se resistieron a sus propuestas, mientras en la otra llevaba el acta de rendición incondicional. La legitimidad de origen y el caudal de apoyo que conserva son el punto de apoyo para seguir adelante y acorralar a quienes se opongan o cuestionen su proyecto. Las nuevas tablas de la ley de las fuerzas del cielo. No parece importarle que sea el presidente que llega con el mayor índice de rechazo a su primera asamblea legislativa de los últimos cuatro primeros mandatarios.
No hubo anuncios de nuevas iniciativas legislativas concretas porque no consideró que necesitara hacerlo. A pesar de que aún no hay por ejemplo una ley de presupuesto que marque el rumbo y rija la gestión durante este años, por lo cual está vigente el que presentó su apuntado Massa en 2022.
Milei reiteró que su hoja de ruta y sus proyectos están en el mega DNU, que continúa en discusión en el ámbito político y en la Justicia, y la ley ómnibus que el Presidente había ordenado retirar ante las objeciones que tuvo durante el tratamiento en particular. Para que no quedaran dudas, puso como condición previa para el Pacto de Mayo que los gobernadores dieran su apoyo a esas dos columnas basales de su administración y que fueran aprobadas por el Congreso, sin dar lugar a cambios.
Además, advirtió que si no le aprueban sus iniciativas en el Congreso gobernará con los recursos con los que cuenta el Ejecutivo: decretos y resoluciones. Y subrayó que no vino a buscar el conflicto y la confrontación, pero, como si hiciera falta, aclaró que no le teme al enfrentamiento: “Si buscan conflicto, conflicto habrá”.
Para reafirmar que no busca el conflicto fue que ofreció el “camino del acuerdo”, que es la suscripción del Pacto de Mayo, aunque dijo “no tener esperanzas” en que lo fueran a hacer por sus mezquindades”. Y los “desafió” (sic) a demostrarles que él estaba equivocado.
La larga exposición de los males del país y de agravios a quienes consideró los responsables de eso (muchos de los cuales estaban presentes) fue el camino con el que pavimentó la presentación de su propuesta de acuerdo refundacional. Y la partición de las aguas. No ahorró descalificativos ni acusaciones en su descripción.
También reafirmó y explicitó su ideario y las tradiciones en las que abreva: el liberalismo alberdiano y el menemismo. Y como antagonista, puso al kirchnerismo y al populismo, a pesar de los parentezcos que suele expresar con las formas de esta categoría política.
Se ofreció a sí mismo como el artífice y garante del cambio, aunque en la enunciación utilizara la primera persona del plural. Y dijo a estar decidido a llevarlo adelante a cualquier costo, incluido el “ostracismo”, según afirmó. Lo reiteró: está en el cumplimiento de una misión trascendente.
Sobre el final cerró la parábola que había abierto al principio, cuando dijo que se estaba ante el momento más crítico de la historia reciente, al pedir “paciencia y confianza” para atravesar la actual situación, para luego advertir que todavía no se han visto todos las consecuencias “del desastre” recibido, por la “orgía populista”.
Fue toda una admisión de que tiene un desafío demasiado grande por superar en lo inmediato y que todo depende de la “paciencia y la confianza” que la sociedad tenga. Otra vez, sin mediaciones.
Los aplausos que recibió de los propios que estaban en las bancas y de los “ciudadanos comunes” invitados, desde los palcos, sobresalieron sobre las críticas o malas caras de opositores que la transmisión oficial omitió mostrar.
La puesta en escena que rodeó a la presentación presidencial resultó una más de las singularidades que ha impuesto desde su llegada a la política y con las que sigue logrando generar atracción, impacto, adhesiones totales de los suyos y rechazos absolutos de los que el Presidente elige como enemigos.
Milei sabe que opera en un entorno de fragmentación política creciente, acelerándolo y profundizándolo, sobre el que impacta fuertemente en la dirigencia, tanto dialoguista como opositora, con tres elementos centrales.
Por un lado, aprovecha la inercia de su inesperada irrupción y su supersónico ascenso al poder que siguen desconcertando a la política. Por otro, se apalanca en el apoyo mayoritario que conserva, pese a alguna caída. Y, finalmente, explota su carácter y sus acciones permanentemente disruptivos, que les corren el blanco a todos y los ponen a la defensiva. Anoche volvió a demostrarlo.
Opositores en problemas
Las reacciones de varios gobernadores cambiemitas y hasta del peronismo, que adhirieron o no rechazaron de plano las premisas y “ofertas” lanzadas anoche seguramente lo habrán confirmado en su camino así como en la visión que tiene del escenario en el que actúa.
El paisaje que ofreció esta semana el macrismo expresa ese campo cada vez más fértil sobre el que se desenvuelve el presidente libertario. El acuerdo entre Pro y los libertarios sigue demorándose al ritmo de las dilaciones y el proceso de coptación individual que se permite imponerle Milei desde su actual posición de fuerza.
En tal contexto, la división forzada por la ministra y todavía presidenta del Pro, Patricia Bullrich, entre los que apoyaron al Gobierno y los que se solidarizaron o no quisieron dejar solo al gobernador de Chubut Ignacio Torres fue emergente de circunstancias viejas y prolegómeno de nuevas fisuras que el oficialismo celebra.
Uno de los puntos salientes de esta nueva realidad fue el almuerzo del jefe del bloque macrista de Diputados, Cristian Ritondo, con el Presidente en la Casa Rosada, sobre el que abundan versiones contradictorias respecto del conocimiento de Mauricio Macri de ese encuentro, que refuerzan la imagen de crisis que se vive en el submarino amarillo.
El expresidente afirmó a varios interlocutores que había sido un facilitador de la reunión, mientras desde las cercanías de Ritondo sostienen que se concretó sin mediación alguna del fundador del Pro, después de un intercambio entre él y el jefe del Estado, que lo invitó a almorzar sin aviso previo. Entre los proyectos mileístas parece asomar con fuerza la producción de una remake de “Pollitos en fuga”, que Macri se desvela por evitar.
El otro capítulo destacado se produjo ayer, nomás, cuando el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, tuvo su discurso fundacional en la apertura de sesiones de la legislatura porteña, con el que marcó distancias profundas con su predecesor, Horacio Rodríguez Larreta. Un discurso que solo subrayó interpretaciones suspicaces del episodio del día anterior cuando un roedor irrumpió en una recorrida suya por la ciudad y, ante móviles periodísticos, lanzó con una semisonrisa la frase que a nadie pasó inadvertida: “Ordenemos lo que larrata desordenó”. Cacofonías y causalidades.
Por otro lado, la crisis de liderazgo y el fracaso de su último gobierno sigue golpeando a los opositores peronistas. Al tiempo que no alcanzan a cuajar aún los intentos de reedición de la otrora poderosa liga de gobernadores.
Los mandatarios provinciales acorralados por el recorte de fondos de Milei oscilan entre la confrontación con la Nación, los diálogos bilaterales y multilaterales cargados de desconfianza y sospecha entre ellos y con los funcionarios nacionales, y la mirada sobre su electorado, que en muchos casos se solapa con el del presidente. Confusión y desesperación. Se confirmó con sus reacciones ante el discurso presidencial.
Milei les ofrece a los argentinos liberarlos de ellos, de los males que han provocado y del sistema con el que, les dice, solo se han beneficiado ellos.
Los nuevos 10 mandamientos, el decálogo mileísta va indudablemente en esa dirección. Aunque no haya dicho aún como lo va a hacer y con quiénes si es que los que tienen la mayorías legislativas no aceptan firmar el contrato de adhesión que ayer les propuso. Con puño de hierro. Sin caricias ni guantes de seda.
Milei propone adherir a un pacto fundacional innegociable o ser parte de la casta que arruinó el país y la vida de los argentinos. A todo o nada.