Escrito y dirigido por mujeres, el film que estrena con el 8M mira de cerca el cotidiano de un grupo de protagonistas diverso. Sus voces, desde la intimidad más franca y el sentido común, interpelan los arquetipos. Hablamos con sus realizadoras.
Una mujer se acaricia, se toca, se da placer. Es una mujer mayor, abuela de más de diez nietos, que se pasó la vida cocinando y ahora, dice, no cocina nada, sale con un hombre al que le lleva varios años y habla sin tapujos de su intensa vida sexual en la tercera edad. Tabú de tabúes: las directoras Silvina Estevez y Marlene Grinberg, junto a la guionista Sol Bonelli, no se anduvieron con chiquitas a la hora de decidir cómo arrancar su documental, Me gusta cuando hablas.
Un trabajo grande, se percibe, detrás de un resultado tan ambicioso como simple, tan abarcativo como efectivo y punzante: retratar el feminismo, o posfeminismo, más allá de las consignas. ¿Cómo? A través de un grupo de mujeres dispuestas a mostrarse. Como Rosa Rodríguez, que es poeta, performer, autora de dos libros con títulos ingeniosos: Lo senil no quita lo caliente y El amor en los tiempos del Pami. Y que merece un documental para ella sola.
Lejos de cualquier bajada de línea, sin necesidad de textos o títulos explicativos, la película, que se estrena acompañando al 8M, va desplegando a sus protagonistas, sus discursos, y con ellas, un crisol de un feminismo muy diverso. “Nuestra primera idea fue interpelar el arquetipo de feminismo y darnos cuenta de que hay tantos feminismos como feministas. La primera idea estuvo en incubadora, el programa del Instituto del Cine, desarrollamos el guion y fuimos encontrándonos con muchísimas feministas hasta armar este crisol de feministas de diferentes sectores sociales con distintas luchas y realidades que nos van mostrando su cotidiano y su intimidad”, detalló Marlene.
“Y no solo se trata de feminismos, sino que la forma de producción fue feminista, colectiva, somos cuatro guionistas, dos directoras, y eso habla mucho de la película”, contó Sol Bonelli. “Entre todas logramos condensar esa primera persona, hablando del día a día, de realidades que vivimos todo el tiempo como mujeres en este mundo”, agregó.
Tomando distancia del arquetipo, de la feminista que va a la plaza, la película mira —de cerca, con primeros planos— a las feministas de puertas adentro. “Son mujeres y disidencias con sus derechos que nos competen a todas, y es muy fácil identificarse con ellas porque todas tienen un obstáculo o un objetivo que nos involucran a todas. No es un documental panfletario, sino que va a la vida cotidiana de mujeres, en sus espacios cotidianos. Una poeta erótica de 80 años, una influencer, una activista ambiental, una trabajadora de la tierra, la CEO de una empresa y una ama de casa”, comentó Silvina.
“Incluso llama a la reflexión propia de las feministas, que no se llamaban a sí mismas feministas —dijo Sol—. Hemos conquistado la IVE, pero tal vez las cosas más cotidianas son las más invisibles: la carga mental, el derecho al goce en otras edades, la belleza hegemónica, la independencia económica, el sostén cotidiano de la maternidad. Una cosa son las consignas puntuales, y su marea en la que vamos todas, y otra el día a día. Cuando estrenamos el año pasado en el Fidba, el festival de documentales, la gente salía muy conmovida porque la película llega a tu humanidad, más allá de si te decís feminista o no”.
Son los cuestionamientos a ese feminismo los que regalan algunos de los mejores momentos de la película. Una mujer que confiesa su incomodidad con el mandato de dejar de depilarse cuando tiene que ir a trabajar a una oficina. Otra el dolor que le causó el odio de otras mujeres frente a la exposición de su cuerpo. “Les preguntamos por sus contradicciones y se habla también del feministómetro, o de la yuta del feminismo, que impone qué hacer y qué no”, explicaron sus directoras.
Concebida en 2019, la película pasó por un largo proceso de investigación y desarrollo, fue premiada en laboratorios de guion del extranjero y puede verse ahora en el Gaumont, hasta el 13 de marzo, a las 18, antes de seguir por los Espacios INCAA de todo el país. “Y es una película también para varones. El desafío es incluir a las masculinidades, porque la sociedad no puede cambiar si incluimos solo a la mitad. Es para todo público porque está hecha desde la empatía”, aclaró Sol.
“Es muy angustiante vivir con instituciones tan importantes para la cultura puestas en jaque de un día para el otro, sin una revisión profunda y sin tener en cuenta que hay cosas que pueden funcionar mejor, o peor, pero que sin duda es un logro que estén. Una película como esta no podría haberse hecho sin estas instituciones. Una película independiente, ni en la Argentina ni en cualquier otro lugar del mundo puede hacerse sin ayuda estatal”, explicó Sol.
Por su parte, Silvia sumó: “Pensar el cine sin esa ayuda es pensar un cine dominado por plataformas, con contenidos que vienen de afuera o están formateados para eso, donde no vamos a poder contar nuestras historias. El cine argentino en el mundo es prestigio, calidad, vanguardia. Las grandes plataformas tienen una sede en México y otra en la Argentina porque tenemos talento y la capacidad para producir cine, series y contenidos audiovisuales de excelencia. Y además genera valor agregado: solo mirándolo desde el punto de vista económico tampoco tiene sentido desmantelar una industria que genera divisas y trabajo”.