sábado, 28 diciembre, 2024
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Marta Cartabia: «Una ley que no va acompañada de un cambio cultural no puede resolver los problemas»

La jurista y constitucionalista italiana, experta en derecho comunitario y derechos fundamentales, puede presumir de ser la primera mujer en ocupar el cargo de presidenta del Tribunal Constitucional de Italia. Fue ministra de Justicia durante el gobierno de Mario Draghi, pero ya en 2018, su nombre resonó para ocupar el cargo de primera ministra cuando el Movimiento 5 estrellas y La Liga negociaban su gobierno. Sus puntos de vista sobre la justicia restaurativa, el “modelo Meloni” de inmigración y la crisis democrática que vivimos en todos los países. Afirma que “la relación correcta entre el Poder Judicial y la política es esencial para el buen funcionamiento de la democracia”.


En el discurso que dio en ocasión del Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Complutense de Madrid, usted hizo referencia a los “tiempos de oscuridad”, citando a Hanna Arendt, y cuál debería ser el rostro de la justicia para enfrentar esos tiempos, ¿considera que resurgen de alguna manera, en nuevas formas, esos tiempos?
Me refería sobre todo a los tiempos de conflictos que están estallando y que de hecho están destrozando muchas sociedades. La guerra es ahora una realidad, no solo en lugares lejanos sino también en lugares cercanos a nuestro país. La justicia y el derecho tienen como primer objetivo prevenir y resolver conflictos. En este momento tan polarizado, debemos reflexionar sobre un modo diferente de resolver nuestros conflictos que no sean el uso de la fuerza.

Mientras fue ministra de Justicia, usted impulsó una reforma judicial, que entre otras cuestiones planteaba la imposibilidad de que una persona que fue juez o jueza y luego ocupó un cargo político no pudiese volver al Poder Judicial durante un determinado tiempo, ¿cuál es su visión sobre la politización de la justicia, o viceversa, la judicialización de la política?
Fue una medida muy deseada por el gobierno de Mario Draghi precisamente para evitar comprometer la imagen de independencia del juez. Hay una fortaleza en la figura del juez, que es su independencia e imparcialidad. Esto exige mantener un distanciamiento de la política. Si un juez decide afiliarse a un partido político, ocupar un cargo político, no es posible reincorporarlo a la actividad judicial precisamente porque comprometería esta imagen que es un motivo de confianza de los ciudadanos en la justicia.

¿Usted considera que hay una desvinculación de la política y de los políticos con las demandas de los ciudadanos?
Mucho. Es un problema muy fuerte que se ve claramente al mirar los datos de los ciudadanos que acuden a votar, al menos en mi país esto es muy evidente. Las últimas elecciones generales fueron las elecciones europeas y por primera vez en la historia de Italia, votó menos del 50% de los que tenían derecho a votar. En mi opinión, se trata de una señal muy fuerte que debe ser escuchada y comprendida.

Exceptuando las últimas elecciones en Francia, donde hubo un récord de participación ciudadana en las urnas, ¿puede ser que se llegue a un extremo en el que finalmente la fuente de lo opuesto sea lo opuesto y la gente vuelva a votar?
En Francia se ha producido este importante cambio en la tendencia general. Fueron unas elecciones muy particulares donde quizás sintieron que cada uno tenía que hacer su propio aporte.

En muchos países con democracias sólidas vemos conflictos entre el poder político y el Poder Judicial, lo vemos en Israel, en Italia, claramente en la Argentina también, ¿cómo cree que tendría que ser la relación entre el Poder Judicial y el poder político?
Cada uno a lo suyo. Es cierto que es un momento especialmente tenso en las relaciones entre el Poder Judicial y el poder político. Desde el primer constitucionalismo moderno se ha siempre señalado que un principio fundamental para una buena democracia es la distinción entre gobierno y justicia. El gobierno y la jurisprudencia deben estar separados. Lo que ha sucedido, en mi opinión, es que en muchos países ha crecido el papel del Poder Judicial. Ya no es simplemente la boca de la ley, como predicaba Montesquieu en 1700 y 1800. El poder de los jueces ha crecido, en particular, a través del juicio sobre la constitucionalidad de las leyes, se ha vuelto más importante y la política lo siente como un contrapoder, una amenaza, un límite a su acción. Sin embargo, esto no puede justificar el ataque a la independencia de los Tribunales o la reducción de los poderes de los Tribunales que se está observando en muchos países europeos y fuera de Europa, en todo el mundo. La relación correcta entre el Poder Judicial y la política es esencial para el buen funcionamiento de la democracia, la separación de poderes y el equilibrio de poderes. El poder político debe poder ser controlado por el Poder Judicial y el Poder Judicial debe mantener su independencia del poder político.

Recuerdo haber entrevistado varias veces al juez brasileño que envío al presidente Lula da Silva a la cárcel en un proceso que en Brasil se llamó Lava Jato” y él hizo su tesis de doctorado con el mani pulite y copió todo lo que pudo aquello, ¿qué queda hoy de claros y oscuros del mani pulite, hoy se hará distinto, hubo un exceso del judicial en aquel momento sobre la política?
Mani pulite (manos limpias) fue un cambio importante en la historia italiana, fue una investigación muy importante para sacar a la luz la corrupción que empobrecía toda la vida pública, por eso debemos estar agradecidos a los jueces que lucharon contra la corrupción. La corrupción es un mal que envenena toda la vida social, todas las instituciones públicas, la relación con los ciudadanos y es una tarea importante de los jueces combatirla. Es cierto que a partir de ese momento en Italia, la relación entre política y la justicia ya no es la misma. Todos los partidos políticos de la República desaparecieron bajo el peso de la corrupción y a partir de ese momento las relaciones fueron muy tensas. Creo que ha llegado el momento de recuperar una relación de mayor confianza entre el mundo de la política y el mundo jurisdiccional de nuestro país.

Uno de sus libros plantea el mito y la justicia, ¿qué relación hay entre la teología y el derecho, es fundamental la teología para comprender el derecho?
No lo sé.  Digamos que para ser plenamente comprendido, el derecho debe plantearse cuestiones radicales que van a afectar la existencia profunda del ser humano. Tal vez ese sea el punto, cuando el derecho cuestiona el significado de la justicia que se encuentra en la filosofía, también se encuentra la teología.

¿Usted es católica?
Sí.

¿Y de qué manera su formación católica atravesó su condición de jurista?, ¿hay algún conflicto de intereses en determinado momento?, ¿la ayudó?
Me gustaría que otros dijeran si ven la huella católica en mi trabajo. Desde mi punto de vista, mi formación es lo que me ayudó mucho a intentar no perder de vista la humanidad, lo humano, que hay detrás de cualquier decisión, incluso jurídica. El derecho es una herramienta para responder a la gran necesidad de justicia que toda persona siente cada vez que se siente afectada por una injusticia. Y esta es la experiencia de cada hombre. El derecho brinda todas las herramientas, incluidas las técnicas, para afrontar esto. A veces perdemos de vista al ser humano.  Mi formación quizás me ha mantenido un poco alerta de no olvidar nunca que detrás de cada decisión hay una persona con su experiencia, con sus necesidades. O al menos me gusta creer que me ayudó con eso.

En todo el mundo existe un explícito descontento popular hacia la política y, especialmente, los políticos, que ha dado lugar a que muchos partidos políticos desapareciesen y emerjan otros nuevos, ¿a qué atribuye ese descontento con los políticos?
Los estadounidenses hacen una distinción entre “politics” y “policies”. Es decir, Hay un juego político de intercambios de poder entre los protagonistas del juego político, y hay una acción política que debe resolver los problemas de la gente. Tengo la impresión de que en este momento quizás predomine más la política que juega sus propios juegos de poder. Esto no le importa a la gente, que tiene muchas necesidades, económicas, laborales, necesidades de estructura social. Creo que lo que ha alejado a los ciudadanos de la política es el hecho de que la preocupación por las demandas de la gente no es lo que está en primer plano. Esto debería volver a estar en el primer plano. El otro factor que cansa a la gente es la polarización de la política. En estos momentos no se pueden llegar a acuerdos, quien tiene mayoría no habla con la oposición, la oposición no colabora con la mayoría. No siempre ha sido así. Siempre ha habido mayoría y oposición, pero otras veces fue posible encontrar una manera de trabajar juntos para llegar a acuerdos para crear estructuras sanitarias, de transporte, abordar los problemas concretos del país. El otro aspecto importante es dejar de discutir por discutir, sino encontrar una manera de colaborar para contribuir a la vida de las personas.

También hay una pérdida de prestigio o de valoración por parte de los ciudadanos, de la justicia, aunque en menor proporción que los políticos, en el caso de la justicia, ¿a qué los atribuye?
Esto es lo primero que hay que recuperar de esa pérdida del sentido de percepción de independencia. No es posible tener la percepción de que un juez no es un tercero, porque no se puede confiar en eso. Al menos en mi país, mucho de la pérdida de confianza en la justicia también depende de los tiempos de la justicia. Se tiene la impresión de que si hay un problema, ir ante un tribunal significa ver una respuesta, quizás para nuestros hijos, y eso no está bien. Se necesita una respuesta. Como decían los antiguos, una justicia demorada es una justicia negada. Entonces debemos trabajar por respuestas oportunas e imparciales a las solicitudes de los ciudadanos.

Usted dice, “el punto de crisis fundamental está en la incapacidad para discutir contenidos y construir proyectos comunes”, ¿de dónde ve usted que surge esta incapacidad?
 Cada uno está más preocupado por afirmar su identidad que por resolver problemas concretos. La identidad es una cosa importante, pero si se convierte en una cárcel, en una incapacidad de encontrar un punto de encuentro, porque se tiene miedo de ensuciar o comprometer su identidad, se convierte en una cárcel que no ayuda.

En su libro “Otra historia comienza aquí” usted habla de la justicia restaurativa, ¿podría explicar qué es la justicia restaurativa?
Permítanme usar la definición de un académico que me gusta mucho, se llama John Braithwaite, y es australiano. Él dice que el crimen duele, lastima. Entonces, la justicia debe intentar sanar, ¿sanar a quién? A las víctimas, a la sociedad y también al autor del delito. Esta idea de justicia que cura el mal que se ha generado es importante. Sin perjuicio de la importancia de la justicia tradicional, los juicios, el castigo, todo lo que conocemos como las garantías del justo proceso, todo esto debemos protegerlo porque es un logro de la civilización. Pero junto con esto podemos intentar desarrollar algo que cure las heridas que dejan los efectos del delito en las partes involucradas. Las prácticas de justicia restaurativa son encuentros, la posibilidad de ofrecer a las víctimas y a los perpetradores de un delito encontrarse y hablar, con la ayuda de un mediador, para comprender más, para decirse más. Es una justicia totalmente voluntaria, libremente aceptada por víctimas y agresores. Pero cuando es aceptada brinda alivio, una liberación del peso que llevan dentro de sí, tanto quienes han sufrido el crimen como quienes lo han cometido. Es difícil explicarlo en abstracto, pero cuando se conocen ejemplos concretos de personas que han aceptado estos encuentros, te das cuenta de que es una ayuda. Repito, para añadir, no para sustituir sino para completar la justicia como la hemos conocido siempre.

¿Por qué la justicia es un requisito fundamental para la paz?
Tanto porque no es posible conciliar cuando hay un conflicto si no partimos primero de la claridad sobre la verdad de los hechos ocurridos. La justicia es ante todo el establecimiento de los hechos, de lo ocurrido y de las responsabilidades. Solo cuando los hechos que llevaron a una situación de injusticia hayan sido esclarecidos públicamente, no solo en privado sino también en público, será posible abordarlos. Sin esto se aplica la ley del más fuerte y esto es lo opuesto a la paz.

Escuchá la entrevista completa en Radio Perfil AM 1190.

por Jorge Fontevecchia

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