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Es un arte elegir gladiadores. Lo sabían los romanos y —vaya si lo sabe— el director Ridley Scott. Si las secuelas tienen mala prensa, eso no desanimó a Scott. Estaba dispuesto a embarcarse en la titánica tarea de dirigir una segunda parte de Gladiador, si lograba afinar tres pilares con precisión: el guion, el diseño de producción y la selección de un protagonista capaz de estar a la altura de la leyenda.
“Es arriesgado apostar por una secuela. Siendo tanto el éxito de la primera película son más las probabilidades de no alcanzar las expectativas”, le comentó LA NACION a Scott. “Me tomé mi tiempo, 24 años, y logré hacer una mejor”, disparó confiado y sonriente el legendario creador de 86 años que conversó junto a Paul Mescal, Denzel Washington, Connie Nielsen y Fred Hechinger con este medio vía Zoom, previo al estreno de Gladiador II que en la Argentina tendrá lugar el 14 de noviembre.
Scott ignoró a conciencia que las posibilidades de que Gladiador II alcanzara el mismo éxito que su antecesora eran pocas. No apresuró el proceso: comprendió que tanto el cine como la escritura, al igual que la cocina y otras tantas maravillas de la vida, solo logran enriquecerse bajo sus propios tiempos. Para alcanzar la grandeza, la segunda entrega debía encontrar su cauce y Scott emprendió la búsqueda del heredero de Russell Crowe con serenidad. Más de dos décadas después de que Gladiador se alzara con el premio de la Academia de Hollywood a la mejor película, Scott encontró cómo darle forma a una segunda parte de la historia.
La secuela está centrada en Lucius (Mescal), el sobrino del emperador Commudus -interpretado por Joaquin Phoenix en la primera entrega- e hijo secreto de Lucilla (Connie Nielsen) y Maximus. Veinte años después de que el gladiador lo salvara de las garras de su tío, Lucius vive en paz junto a su esposa e hijo en una ciudad costera de Numidia, una de las últimas civilizaciones que existían fuera del control de Roma hasta que los emperadores (interpretados por Joseph Quinn y Fred Hechinger) ordenan su invasión del territorio al norte de África.
Los encargados del diseño de producción hicieron un proceso de investigación exhaustivo: examinaron modelos de los buques de guerra en el Museo Británico de Londres, materiales del Museo de los barcos romanos de Fiumicino, del Museo de Atenas y de los laboratorios de conservación de Pompeya. Sin embargo, el anclaje real con el Imperio Romano no fue excluyente, Scott también se guió según su imaginación y buscó nuevas formas de sorprender a los espectadores con montajes épicos como la escena en la que el Coliseo lleno de agua y con tiburones se convierte en el escenario de un combate sin precedentes. Ni el guion, ni la producción presentaron tanta expectativa como la de encontrar al protagonista adecuado y esa tarea el director se la encomendó, inesperadamente, a Paul Mescal. Ambos conversaron con LA NACION.
¿Quién podría encarnar y asumir la responsabilidad del gladiador de la nueva era? El ojo de Scott una vez más sorprendió. Asertivo, el director mira donde pocos pueden ver y apostó por Paul Mescal, que se asienta como un acertado heredero de Russell Crowe.
—¿Qué observaste en Paul Mescal que te hizo pensar que era el indicado para protagonizar Gladiador II?
Ridley Scott: —Necesitaba una buena historia, así que miraba televisión hasta muy tarde para inspirarme. Empecé a mirar cosas que no era común que yo viera y caí en la serie irlandesa de televisión Normal People. La historia enseguida me atrapó, estaba muy bien hecha pero además estaba muy bien protagonizada por sus dos personajes principales. Paul Mescal y Daisy Edgar-Jones me parecieron muy interesantes y estaban muy bien en sus interpretaciones. Me conquistaron y a medida que seguí viendo la serie descubrí en Paul (Mescal) algo de Richard Harris y de Albert Finney que me cautivó. En ese momento todavía estaba puliendo el guion de Gladiador pero pensé: ¡Es él!. Sin dudarlo se lo ofrecí y acá estamos.
Paul Mescal: —¡No me puedo imaginar a Ridley Scott viendo Normal People!
—¡Lo que no se puede imaginar es cómo a partir de tu personaje en Normal People, que es suave y dulce, te figuró como gladiador…
P.M.: —Es parte de su genialidad. Ridley se destaca en cada elección de su casting y es porque lo que busca no es lineal. Es un tipo específico de épica. La razón por la que la primera película funcionó,y por la que esta segunda también funciona, es porque además de un set espectacular y escenas épicas Scott sabe que necesita actores que sean capaces de profundizar en el lenguaje emocional de los personajes. Está perfecto buscar a alguien que sea capaz de pelear en las batallas de espadas y en la arena pero eso es sólo una porción de la película. Ridley respeta profundamente a los actores y sabe cómo sacar lo mejor de ellos.
—Estamos acostumbrados a verte interpretando otro estilo de personajes. ¿Alguna vez te imaginaste la posibilidad de encarnar este tipo de rol?
P.M.: —Cuando empezás esta carrera, la gente asume que tu perfil se encuadra dentro de un cierto color y un cierto tipo de personaje. Al principio, a uno como actor le interesa cada buena oportunidad y muchas veces los primeros personajes que te ofrecen tienen cierta literalidad con tu aspecto. A medida que uno crece profesionalmente, espera poder mostrar otros aspectos de su personalidad en otro tipo de personajes. Yo crecí haciendo mucho deporte. Creo que adentro mío habita una especie de animal, un ser humano competitivo: cuando me ofrecieron el rol de gladiador supe que ese era un mundo posible y accesible que también latía dentro de mí.
—¿Cómo cargás con la responsabilidad de ser el nuevo gladiador, el sucesor de Russell Crowe?
P.M.: —Creo que la mayor distinción es que si bien hay paralelismos entre Lucius y Maximus, hay también cuestiones aisladas y mi personaje existe desde una entidad completamente distinta. Hay una similitud genética porque son padre e hijo, pero desde mi mirada hay muchas diferencias. Maximus desplegaba su honor para recuperar el trono de Roma, en cambio Lucius, la mayor parte de la película quiere hacerse a un lado. Siento la responsabilidad de seguir con el éxito de la primera película pero también tuve claro que tenía que trabajar en esto de cero, como si no fuera un legado.
R.S.: Es imposible mantener el secreto de que Lucius es el hijo de Maximus, quise hacerlo y proteger eso de la prensa al principio, pero fue imposible y me di cuenta que eso solo es la ventana. El verdadero desafío de este protagonista no es que sea el hijo de Maximus sino cómo hacer que eso evolucione.
Denzel Washington se pone en la piel de Macrinus, un ambicioso comerciante de armas que tiene sus propios gladiadores. “La película se llama Gladiador, se trata de Lucius. Yo, desde mi personaje simplemente trato de acompañar a Ridley y a los gladiadores”, le detalla Washington a LA NACION. Sobre la participación del galardonado actor en la secuela, muchos críticos ya lo señalan como un sólido candidato en la categoría de mejor actor de reparto para los próximos premios Oscar.
—Debés seleccionar con mucho cuidado tus proyectos ¿Qué te llevó a aceptar formar parte de Gladiador II?
Denzel Washington: —A esta altura de mi carrera se trata más del director que de otra cosa. Tuvo más que ver con mis ganas de trabajar con Ridley Scott. Ya habíamos trabajado juntos en Gángster americano y tenía ganas de trabajar con él de nuevo.
—Tu personaje es muy ambicioso. ¿A dónde crees que el poder puede conducirte?
D.W.: —¡Mirá adónde lo condujo a él!
—¡Sin spoilers!
D.W.: —La ambición puede llevarte a la cima o al fondo de las profundidades. Mi personaje le vende el alma al diablo. Su suerte está sellada y está dispuesto a ser lo que sea a quién sea para obtener lo que quiere.
—Hay una línea de tu personaje que lo representa: “La violencia es el idioma universal” ¿Crees que es así?
D.W.: —Creo que él piensa eso. Obviamente nuestro mundo también refleja eso. Rezo para que la paz sea el idioma universal, pero siempre va a haber envidia, siempre va a haber un lado oscuro. En lo personal, no pienso que la violencia sea el idioma universal, soy un hombre de fe, creo que Dios es el idioma universal. Pienso que el amor y la fe son el idioma universal y que deberíamos luchar por eso. Es lo que intento cada día.
—¿Qué es lo que más disfrutaste de este proyecto?
D.W.: — ¡Todo fue muy divertido! Hubo batalles muy grandiosas y gigantes creadas con CGA (Adaptador de Gráficos de Color). Hay muchos efectos visuales impresionantes que nosotros pudimos ver recién después del rodaje y de la posproducción. ¡Cuando ves cómo queda eso, la sensación es realmente increíble! Las escenas en el Coliseo son maravillosas Ma-ra-vi-llo-sas.
Lucille, el personaje interpretado por Connie Nielsen, marca la línea del film; es el personaje central para conectar la primera y la segunda película. Además del desafío de darle continuidad al mismo personaje que encarnó hace 24 años, Nielsen se destaca como la única protagonista femenina dentro de un universo masculino, repleto de sangre y batallas.
“Recibí un regalo como actriz y como persona: volver a actuar en una de las películas más grandiosas de todos los tiempos. Tener la posibilidad de hacer eso dos veces en tu carrera y en tu vida es muy raro. Desde el principio me di cuenta que era una bendición. Incluso me parecía muy divertido pensar en que mi primer hijo era un niño pequeño cuando yo rodé la primera entrega y que fue ahora mi hijo más pequeño el que jugaba mientras grababa esta”, comentó risueña Nielsen en diálogo con LA NACION.
—¿En qué cosas Lucille es también una “gladiadora”?
Connie Nielsen: —Ella lucha con sus ideas, con la psicología. Ella sabe que los emperadores mantienen cautivo a su rehén pero que la necesitan porque no tienen legitimidad y no cuentan con el apoyo del pueblo. Es una mujer astuta políticamente y busca convertir a Roma en un lugar de libertad y legitimidad.
—¿Te inspiraste en alguna mujer de la vida real para interpretar a Lucille?
C.N.: —Sí, en varias mujeres que trabajan en pos de gobiernos transparentes. Hay mujeres maravillosas, como Margrethe Vestager, una comisionada europea por Dinamarca o Carla Del Ponte que me inspiraron. Creo que se necesitan más mujeres en los espacios políticos.
Fred Hechinger fue otra de las grandes apuestas del casting de Scott. El joven actor interpreta a uno de los emperadores que sosegado por la ambición y la locura impulsa situaciones de violencia extrema en Roma. Respecto a la notable interpretación de Joaquin Phoenix como el emperador de la primera película Hechinger, le comentó a LA NACION: “Creo que inevitablemente me inspiré en él, simplemente porque su interpretación es completamente inspiradora, pero este personaje existe desde un lugar completamente distinto. Hubo que tomar cierta distancia y alimentarse de otras ideas y de otros personajes. Cuando interpreto al emperador Caracalla tengo en claro que es un personaje de muchos excesos, que tiene mucho poder y que no repara en la responsabilidad que eso conlleva en los demás”.
Las posibilidades no estaban a su favor. Nunca lo estuvieron. Pero Scott, con un presupuesto de 250 millones de dólares, una producción sin precedentes y un casting prometedor confía en que Gladiador II romperá el hechizo de las malas secuelas.
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