domingo, 29 diciembre, 2024
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La Vorágine: cien años de una historia de amor que se tragó la selva

“Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.” Estas son quizás unas de las primeras líneas más conocidas de la literatura colombiana; para muchos, junto a “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, y “La María”, de Jorge Isaacs, “La Vorágine”, de José Eustasio Rivera completa el trío de obras fundamentales de las letras de este país.

Lo que comienza como una historia de amor, deviene en una épica aventura en la selva amazónica y en un relato social que denuncia las terribles condiciones de los trabajadores de las plantaciones de caucho en la triple frontera entre Colombia, Perú y Brasil a comienzos del siglo XX.

José Eustasio Rivera Salas nació en 1988 en un pequeño municipio llamado San Mateo, que luego, en su honor, se denominaría Rivera, en el colombiano departamento del Huila. Abogado de profesión, comenzó a trabajar como funcionario del ministerio de Gobierno, aun antes de terminar la carrera universitaria, y poco después publicó un volumen de poemas sobre los paisajes y costumbres de su región, llamado “Tierra de promisión” (1921).

El poemario tuvo un rápido reconocimiento entre los círculos literarios de la época en su país, los cuales incluían a destacados políticos. Contactos que le servirían al hijo de una modesta familia rural para ser nombrado como secretario abogado de la Comisión limítrofe Colombo Venezolana, que tenía su sede en Sogamoso, en el departamento de Boyacá, pero que incluía frecuentes viajes a las apartadas regiones fronterizas del país.

Fue en medio de esos ires y venires por territorios inhóspitos que Rivera comenzó a escribir esta impresionante obra, que se inspira en los cánones del romanticismo dominante en la época para plantear el relato de un amor imposible entre Alicia, una joven de una adinerada familia prometida a un rico y viejo terrateniente, y Arturo Cova, un poeta impetuoso y sin recursos materiales.

Sin embargo, lo que parecería ser una historia de amor, termina siendo un detallado recorrido por la selva del Amazonas, además de una impresionante pieza de denuncia social y un manifiesto de identidad nacional.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX se vivió en los territorios selváticos de países como Colombia, Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador y Venezuela lo que se conoció como la fiebre del caucho.

El descubrimiento por parte de Charles Goodyear de la posibilidad de vulcanizar el caucho con azufre había disparado la demanda de este material, que se obtiene de manera natural en forma de látex de un árbol selvático que crece especialmente en la región amazónica, donde se comenzaron a crear gigantescas plantaciones que requerían de gran cantidad de mano de obra.

El negocio producía millonarios recursos que estimularon el comercio, generaron la creación de modernas ciudades en medio de la selva y convirtieron en millonarios a algunos, a costa del trabajo esclavo de cientos de personas.

Testigo de primera mano de los abusos a los que eran sometidos indígenas, campesinos y colonos por parte de los dueños de las plantaciones de caucho, Rivera Salas escribió múltiples cartas de denuncia ante las autoridades y periódicos de la época, pero no fue tenido en cuenta.

Incluso, en 1923, con todas sus denuncias documentadas, llegó hasta el consulado de Colombia en Manaos, Brasil, con el fin de poner la situación en conocimiento de la Cancillería colombiana, pero no recibió respuesta alguna.

Finalmente, Rivera desató toda su frustración en un texto que denuncia las crueles condiciones de explotación, tortura e incluso asesinato de decenas de personas por parte de los empresarios del caucho, reflejando el inhumano contraste entre el progreso de unos pocos y la desgracia de muchos, entre la llamada civilizacion, de la que se hacía gala en elegantes salones, y la barbarie con la que eran tratados los trabajadores, en una inclemente crítica al modelo de desarrollo que marcó la economía de la región.

“La Vorágine” fue publicada el 24 de noviembre de 1924 y en poco tiempo logró despertar el interés en lo que muchos consideraron un genocidio, que se estaba desarrollando en medio de la selva

A cien años de su publicación, La Vorágine de José Eustasio Rivera es uno de los grandes clásicos de la literatura latinoamericana”, aseguran las investigadoras Erna von der Walde y Margarita Serje, en la introducción conmemorativa editada por la Universidad de Los Andes y Penguin Random House

Como buen clásico, es una obra que apenas si hace falta su lectura para conocer la historia y tener una imagen de lo que representa. La novela ha pasado del ámbito de la literatura al de la cultura como un referente que prescinde, casi, del texto mismo y se eleva un poco por encima de él para multiplicarse como referente en diversos ámbitos”, concluyen las académicas.

La vorágine’ es una novela que es tremendamente actual, es impresionante cómo José Eustasio Rivera relató lo que estaba sucediendo en términos de extracción, violencia hacia las comunidades y al territorio hace 100 años, y es algo que sigue ocurriendo ahora”, sostiene por su parte la investigadora Ximena Gama.

Ya convertido en un reconocido escritor, José Eustasio Rivera comenzó una carrera como diplomático, representando a Colombia en el Congreso internacional de inmigración y emigración, en La Habana, Cuba, en 1928, tras lo cual decide viajar a Estados Unidos con el objetivo, entre otras cosas, de negociar una edición en inglés de su novela y una posible versión cinematográfica de la obra, pero no logró concretar ninguna de las dos cosas. Rivera murió a los 40 años en el Polyclinic Hospital de Nueva York el primero de diciembre de 1928 víctima de una “hemorragia cerebral de origen malárico”, o por lo menos eso dijo el reporte médico.

Sin embargo, nunca se realizó una autopsia y aún hoy se discute la teoría de que en realidad el escritor, que había decidido abandonar su país y radicarse en México y Estados Unidos por motivos de seguridad, fue asesinado, producto de un complot entre políticos y empresarios que lograron detener la publicación de “La mancha negra”, una novela que el autor había calificado como una “continuación de La Vorágine” y que según uno de sus familiares trataba sobre “los petroleros colombianos y las tremendas influencias de los hijos del Tío Sam sobre los grandes influyentes de los viejos partidos tradicionales’”

En 1949, “La Vorágine” fue adaptada al cine, dirigida por el mexicano Miguel Zacarías; en 1975, la productora colombiana RTI realizó una versión para televisión; en 1990 RCN hizo una nueva versión, escrita y dirigida por Lisandro Duque; en 2016 se editó en forma de novela gráfica; recientemente, con motivo del centenario, ha sido presentada en forma de obras teatrales y actualmente se está filmando una nueva miniserie de ocho capítulos que se espera se estrene en la televisión colombiana en 2025, dándole nueva vida a esta pareja de amantes y aventureros, de los cuales nunca más se volvió a saber nada, como afirma el cónsul en la obra de Rivera: “Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!”

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