El manejo del odio como instrumento político no es nuevo en la historia. Manejar las pasiones y básicamente las vinculadas a asignar responsabilidades a otro por las cosas que le suceden a un país o a un sector social es uno de los mecanismos básicos que se utilizan para generar rechazo a un sector social o institución.
No es el manejo del odio un descubrimiento de los influencers de la nueva derecha. Es un mecanismo que se utilizó a lo largo de la historia independientemente de las ideologías. Lo utilizó y lo utiliza la izquierda radicalizada y la no radicalizada, y las derechas de todo signo. El mecanismo cumple su objetivo si el acicalar la bronca hacia al otro logra conquistar a una mayoría.
Las religiones no monoteístas encontraban en el sacrificio humano la canalización del enojo por la imposibilidad de manejar las fuerzas de la naturaleza. Los mayas, los aztecas los incas son ejemplo de esto. Pero en la edad moderna tuvimos ejemplos más escandalosos como el nazismo echándoles la culpa a los judíos por las desgracias por las que pasaba la economía alemana. Por suerte en la vida política actual no nos estamos enfrentando masivamente a esto.
Esto no les gusta a los autoritarios
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En Occidente la democracia está en crisis, pero se sostiene como sistema. Pero a medida que la sociedad se hace más injusta, más desigual, con menos movilidad social, es más fácil señalar al otro como culpable y conseguir seguidores, sobre todo entre los hombres y los jóvenes que son los que están más frustrados. Y se han vuelto más conservadores. Unos porque sienten que han sido desplazados de su lugar de machos en su rol histórico de proveedor y hacer dependiente al sexo opuesto, y los jóvenes porque se introducen en un mundo que prácticamente no les da lugar, y en donde las ideas de rápidos cambios entusiasma.
La izquierda les echa la culpa al imperio, a los capitalistas, por la desigualdad y la pobreza y desde el llano puede desafiar al poder ya sea desde la guerrilla o desde lo electoral.
Cuando están en el poder también culpan a los empresarios, al FMI, a los poderes oligárquicos de que les impiden gobernar. Las derechas no le van a la zaga, les echan la culpa a la casta política, a los inmigrantes, a los aranceles, a la cultura woke. Y tambien al gran capital concentrado.
Hay un momento en que todo se mezcla. Y la rebeldía un día es de izquierda y otro de derecha. Estamos presenciando en nuestro país la reunión de la derecha internacional, para la cual el eje Trump-Milei es central. Nuestro presidente echándoles la culpa de todos los males a la dirigencia política y a la izquierda, pero como con eso no alcanza lo extiende a lo que él llama el Partido del Estado.
La tapa de The Economist es quizás la mejor síntesis de esta situación. Milei odia al Estado. La contratapa podría ser tranquilamente el recorte de medicamentos gratuitos a los afiliados al PAMI.
El odio al Estado se ejemplifica en castigo a quienes por debilidad no tienen más opción que depender de este. No es que se odie a los jubilados, se los castiga por ser totalmente dependientes del Estado. Meterse con los medicamentos de los indefensos es poner en suspenso su supervivencia física y generar un quiebre espiritual .
El desprecio por la vida humana pudimos encontrarlo en los dichos de la excanciller Mondino, cuando refiriéndose a los créditos para el sector dijo que está en contra de un gasto para gente que se va a morir.
Hoy no importan los jubilados, mañana no van a importar los estudiantes, pasado los médicos y así sucesivamente hasta poner las cuentas en orden. Importan más los objetivos que lo que suceda con la vida humana. No hay en esto mucha diferencia con el stalinismo. Los extremos se tocan.
*Analista y consultor político.