Los participantes de Gran Hermano lo saben. Los músicos de rock y pop también: la clave siempre es inventarse una personalidad, un personaje, un alter ego. Así, al arrancar el reality versión 2025, el jugador Ezequiel, fan de Guns N’ Roses, no decidió imitar a Slash (por razones obvias), sino a Axl Rose. Cabello largo y actitud rockera. Y, para bien o para mal, logró lo que muchos sueñan: el primer meme (accidentado) del reality.
David Bowie lo supo desde el principio: bien vale ser otro. No por un mini-éxito en TV, sino por razones un poco más artísticas: ‘yo es otro’, el lema del poeta francés Arthur Rimbaud, el teatro japonés que lo cautivó como clown y las máscaras del escritor Yukio Mishima.
Y creó, en canciones y discos que son cumbres del rock, personajes, por ejemplo el Mayor Tom perdido en el espacio en Space Oddity y Ziggy Stardust, la estrella de rock de otro planeta que protagoniza su disco homónimo.
La importancia de matar a Ziggy
A mediados de los años ’70, luego de interpretar una y otra vez al marciano rockero, Bowie empezó a sentír, como dice la frase, que se “lo comía el personaje”. Alienado del alienígena, se tiñó el pelo de naranja mermelada por última vez, hizo un disco de versiones de canciones The Who, Pink Floyd y otros grupos de los años ’60 y detuvo a Ziggy. El comienzo del fin.
Las ideas, como ese rayito eléctrico de Ziggy Stardust, lo iluminan como un relámpago: decide adaptar 1984, la famosa novela de George Orwell, parte de la santa trinidad de la ciencia ficción distópica junto a Ray Bradbury y Aldous Huxley.
Son relatos donde las drogas son la clave de la felicidad (Un mundo feliz), o un universo tan distorsionado que los bomberos son pirómanos que avivan incendios con libros (Fahrenheit 451). Una literatura, como dijo el Indio Solari a través de Los Redondos, donde «el futuro llegó hace rato»… y es desolador.
Fue en abril de 1973, cuando Bowie, luego de una gira por Japón y durante un viaje en tren por Rusia, vivió una experiencia que lo marcó. Observó un desfile militar en Moscú que le recordó al fascismo, y al cruzar Berlín, las ruinas lo dejaron impactado. Fue un viaje que lo llenó de miedo y paranoia, y le hizo sentir que entendía quién controlaba el mundo, lo que influiría en su creatividad de los próximos años, de Diamond Dogs a Heroes.
Harto de su personaje, Bowie prueba algo diferente. Así, en 1974, dos colosos se encuentran: William Burroughs, el gurú beatnik y señor de las drogas, autor de El festín desnudo, entrevista a David Bowie, el músico del momento. Apenas un año después, el mismo John Lennon lo buscaría para componer juntos la canción Fame.
El escritor pregunta y Bowie, el artista de ojos de diferente color, lo observa todo. La charla es como dos planetas a punto de colisionar e incluye temas como cine porno, Andy Warhol, Iggy Pop, Los Beatles, técnicas de escritura y Jack Kerouac.
Hasta que Bowie estalla: “Ahora estoy adaptando 1984 de Orwell para la televisión -le dice a Burroughs-. Es mi tesis política. Y tendrá más impacto en TV. El hecho de que la gente tenga que salir al cine realmente es algo arcaico. Yo prefiero quedarme en casa.”
El cantante “la ve”. Como, décadas más tarde, a fines de los años ’90, en una entrevista para la BBC, Bowie predice con claridad hacia dónde nos llevará Internet y, por ende, las redes sociales: “El potencial de lo que Internet le hará a la sociedad, tanto bueno como malo, es inimaginable. Internet es el nuevo Rock n’ roll”.
Sus antenitas perciben los cambios, como en el hit donde canta «Ch-ch-ch-ch-changes». Capta el espíritu de la novela pero en su tiempo. No tanto a través de su protagonista, Winston, sino de su gran antagonista, que está en todas partes y todo lo ve: el Gran Hermano (o Hermano Mayor, según la traducción de la novela).
Orwell le dice no a Bowie
La idea original era crear un musical, un programa de TV y un disco, un concepto innovador para narrar la historia del Gran Hermano en un formato nunca antes visto. Pero, como cantaría David Bowie años más tarde, «las cosas bonitas se van al demonio» (The pretty things are going to hell).
El extraordinario libro El Ministerio de la Verdad: Una biografía de 1984 de George Orwell, escrito por el periodista de The Guardian Dorian Lynskey, le dedica casi un capítulo entero a lo que sucedió
Sonia Orwell, viuda del escritor y titular de los derechos de su obra, se negó a autorizar el musical rock de Bowie. «Para haberse casado con un socialista con tendencias comunistas, era la esnob de clase alta más arrogante que he visto en mi vida», le dijo Bowie a la revista Circus. ‘¡Dios mío! ¿Un musical?’. Te juro que se puso así».
En realidad, Sonia Orwell había rechazado casi todas las adaptaciones para cualquier medio desde el fracaso de la película de 1956.
El ex-Ziggy Stardust tomó las canciones que había compuesto para el truncado proyecto y dio forma a una nueva etapa en su carrera: Diamond Dogs, lanzado hace 50 años. Inspirado por la técnica de cut-up (montar y desmontar la obra de forma aleatoria, como los antiguos surrealistas) de su nuevo amigo Burroughs, Bowie creó su octavo álbum.
¿El primer libro sampleado de la historia?
Sin el permiso oficial, Bowie incorporó personajes y temáticas de la novela de Orwell con elementos de libros de Burroughs. De alguna manera, fue como samplear un libro. El resultado fue una fusión entre el Alex de La naranja mecánica y una sociedad post-apocalíptica.
Aunque las letras sobre pandillas de jóvenes famélicos que andan en patines y portan cuchillos evocan más la odisea pop de la película The Warriors, de Walter Hill, estrenada cinco años después. Bowie, rebelde-rebelde, siempre adelantado a su tiempo.
La tapa prohibida
La portada de Diamond Dogs, pintada por el belga Guy Peellaert, mostraba a Bowie transformado en una criatura mitad hombre, mitad perro, con genitales caninos al descubierto. El miedo a escandalizar llevó a RCA a tomar tijera: borraron la parte más explícita de la imagen.
Algunas ediciones sin censura lograron escapar, convirtiéndose hoy en joyas de colección que pueden alcanzar precios astronómicos, como un raro ejemplar que se vendió en eBay por $3500 dólares en 2003. Con el tiempo, las ediciones posteriores restauraron la polémica imagen.
Bajo el rechazo a una obra conceptual que hoy consideraríamos multimedia (TV, álbum, gira, obra de teatro), el disco se fue transformando en un hito: guitarras primitivistas y personajes al estilo de Johnny Rotten y Sid Vicious, Diamond Dogs se consolidó como la antesala del punk. Así, Bowie dejaba atrás el glam para dar paso a una nueva era musical.
Esta transición no duró mucho. El álbum cedió rápidamente el paso a su etapa dance, conocida como «plastic soul», que comenzaría con su siguiente disco, Young Americans. Como un Pablo Picasso del pop, Bowie tuvo tantas etapas y colores como discos y personajes reconocibles.
Con su mirada visionaria predijo, casi 25 años antes, el surgimiento de Gran Hermano, el reality show que debutó en 1999 en los Países Bajos y que hoy domina la televisión mundial en distintos formatos. Donde las personas, al confundirse con los personajes, no temen la vigilancia: se entregan a ella con entusiasmo. Nada más auténtico. Y sin dejar (la) casa.
Las canciones clave de Diamond Dogs, inspiradas en 1984
- 1984: en el lado B del vinilo, representa el encarcelamiento y el interrogatorio de Winston Smith por O’Brien, uno de los momentos clave de la novela.
- Big Brother: refleja el final de 1984, cuando Winston es sometido al lavado de cerebro y termina adorando al Gran Hermano.
- We are the dead: con letras que imaginan los últimos momentos de Winston y Julia antes de su captura, la canción transmite la angustia de la pareja: «Vístete, niña traviesa, que ya los oigo en la escalera»
- Rock ‘n’ roll with me: aunque parece hablar de la relación de Bowie con su audiencia, también puede interpretarse como una canción de amor desesperada sobre Winston y Julia.
- I’m looking for a party: La palabra «party» puede referirse tanto a una fiesta como a un partido político, dejando en duda si Bowie buscaba una u otra. El músico declaró que Diamond dogs era su disco «más político, su álbum protesta».