Javier Milei encontró un nuevo enemigo. Y no es casualidad. En medio del escándalo del Criptogate, que dejó al descubierto movimientos financieros sospechosos dentro de su entorno más cercano, el Presidente decidió correr el foco con una movida de alto impacto: la intervención de la provincia de Buenos Aires.
Desde su cuenta de X (ex Twitter), Milei describió el conurbano bonaerense como un «baño de sangre» y responsabilizó directamente a Axel Kicillof por la crisis de seguridad. «Si le interesa el bienestar de los bonaerenses, córrase del camino (esto es, renuncie) y déjenos intervenir la provincia», disparó el Presidente. Un tuit. Un terremoto. La jugada le sirvió para marcar la agenda y dejó al peronismo con el traje de bombero en una casa en llamas.
Kicillof, fiel a su estilo, intentó bajar la discusión del barro de las redes sociales y la trasladó a un terreno más institucional. Desde La Plata, en una conferencia de prensa rodeado de su gabinete, calificó la propuesta de Milei como “un delirio anticonstitucional” y lo denunció penalmente por atentar contra el orden democrático. «No sea cobarde, deje el Twitter y reúnase a trabajar con seriedad», desafió el gobernador. El problema es que en la pelea por la velocidad y el impacto comunicacional, el libertario le lleva ventaja. Su mensaje quedó sepultado en la marea informativa de la era Milei.
Interna
Pero la jugada presidencial tuvo otro efecto positivo inesperado para Kicillof: reordenó el tablero peronista. Hasta ese momento, la relación entre Kicillof y el kirchnerismo duro era de tensa indiferencia. Ni Cristina ni Máximo Kirchner se habían mostrado entusiastas con la consolidación del gobernador como líder del PJ bonaerense. Pero el ataque de Milei obligó a una tregua.
Máximo, jefe del PJ provincial, repudió la ofensiva en un reportaje con Julia Mengolini y exigió que el Presidente «comience a trabajar en conjunto con la Provincia y devuelva los más de 700 mil millones de pesos que le quitó para seguridad -dijo-. Salvo que solo quiera aprovechar este doloroso momento de las familias de las víctimas para fines electoralistas». Cristina, en tanto, usó sus redes para amplificar un comunicado del partido en el que calificaron la maniobra de Milei como «un intento de golpe institucional contra la Provincia».
La foto de unidad existió, pero no resolvió las diferencias. En el Instituto Patria relativizaron el respaldo y dejaron en claro que Kicillof sigue sin ser parte del círculo de confianza de la ex presidenta. Para Cristina, su ex ministro de Economía es un sobreviviente del kirchnerismo, no un heredero. Incluso en las encuestas que circularon en las últimas semanas se sigue observando que Cristina es la principal líder de la oposición y que Kicillof está segundo, muy lejos de su jefa.
Este es un punto fuerte en la estrategia de Milei, porque al pelearse con Kicillof no solo está intentando desviar el foco de atención del caso $Libra, sino que también está discutiendo con el competidor interno de CFK, en el territorio donde el kirchnerismo es más fuerte, la provincia de Buenos Aires. Dividir al enemigo es un recurso tan antiguo como las guerras.
La confrontación entre Kicillof y Milei expuso dos estilos políticos y de comunicación en colisión. Mientras Milei construye poder a fuerza de shock, tuits y confrontación permanente, Kicillof intenta sostener una estrategia más tradicional, de discursos y conferencias de prensa. La pregunta es cuál de los dos métodos tiene mayor impacto. Hasta ahora, el libertario impone las reglas del juego. Con una sola publicación logró desviar, por un momento, la atención del Criptogate y forzó a todo el peronismo a salir en defensa del gobernador.
En la Legislatura bonaerense, el gobernador intentó recuperar la iniciativa y denunció que «Milei busca desmantelar la comunidad y dividirnos para debilitarnos».
Razones
El trasfondo de esta pelea es electoral. Kicillof ya proyecta su futuro político y trabaja en un frente opositor a Milei para 2025 y 2027. El gobernador bonaerense busca eliminar las PASO en su provincia, decisión que tomará la Legislatura, donde cuenta con aliados del massismo y sectores del peronismo. Esto le daría control sobre las listas y permitiría un desdoblamiento electoral para despegarse del desgaste del peronismo nacional. Además, pensando en el Congreso nacional y también, por qué no, en 2027, intenta sumar a opositores como Maximiliano Pullaro (UCR) e Ignacio Torres (PRO) con quienes a mediados del año pasado se mostró en diferentes actos, para formar un bloque anti-Milei.
Además de buscar suspender las PASO, Kicillof también quiere desdoblar las elecciones en Buenos Aires. «El tiempo de votación con Boleta Única se incrementa y puede generar innumerables problemas. Tenemos que garantizar una votación eficiente», argumentó. Pero la jugada tiene otra lectura: intentar desconectar la campaña electoral provincial de la nacional
En el corto plazo, Milei logró lo que quería. Convirtió la inseguridad en tema central y desplazó del debate el escándalo financiero que golpea a su gobierno. Kicillof, en cambio, logró respaldo interno pero sin garantías de que eso se traduzca en poder real dentro del universo kirchnerista. En la interna peronista, sigue siendo un actor periférico.