Victoria Villarruel es una de las protagonistas del presente político del país. Su rol más institucional al frente del Senado, que permitió que se voten cinco leyes contra el Gobierno, le valió la acusación de “traidora” por parte del presidente Javier Milei y la acusación de ser “funcional al kirchnerismo” por parte de la ministra Patricia Bullrich. Hay quienes ubican a Villarruel como una hábil política que teje alianzas con el peronismo y Mauricio Macri para construir una opción de recambio ante el eventual fracaso del gobierno del Presidente y hay voces que la entienden como un freno institucional a los giros más autoritarios del Gobierno.
Sin embargo, si uno se separa de estos años de protagonismo por parte de Villarruel y se aleja hacia el 2019 o incluso 2020, en el comienzo de su relación con el actual Presidente, nadie conocía su nombre. ¿Qué hizo Victoria Villarruel antes del desembarco en la política en 2021 cuando fue electa diputada? Su mayor apego a la institucionalidad, ¿viene de una posición genuinamente republicana o es solo un giro táctico para diferenciarse de un presidente que da señales de lo contrario? ¿Cómo pudo suceder que apenas en algunos años se haya transformado en una estrella de la política local y en alguien presidenciable? esto analizaremos en esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Una metáfora que podemos utilizar es la del bambú, que crece de manera sorprendente: durante años parece no desarrollarse en la superficie, porque dedica ese tiempo a expandir su sistema subterráneo de rizomas que almacenan nutrientes y energía. Sin embargo, cuando está listo, sus brotes emergen y crecen a una velocidad récord, llegando a crecer hasta 91 centímetros en un solo día en especies como el bambú japonés, por ejemplo. Cada tallo nuevo ya nace con su grosor definitivo y alcanza su altura máxima en apenas 4 a 6 semanas, tras lo cual deja de crecer en altura y solo madura su estructura interna.
Esto no les gusta a los autoritarios
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En este sentido, las ideas de la vicepresidenta y su pregnancia en la sociedad argentina vienen germinando desde hace algunos años, inclusive a través de generaciones en su propia familia. Eduardo Villarruel fue condecorado con “El Diploma de Honor” por su lucha contra la “subversión” en Tucumán. Se sentía orgulloso de ese combate que llevó adelante “tanto en ambiente urbano como rural”, contó años después. En 1982 estuvo en Malvinas, en el Comando 602 dirigido por Aldo Rico, y cuándo volvió la democracia fue detenido por no “querer jurar por la Constitución”. Es decir, el padre de Villarruel fue detenido por no querer jurar la Constitución, y su hija es quien la defiende diciendo que era su responsabilidad presidir la sesión del Congreso porque así lo determina la Constitución.
El hermano de su padre, su tío, Guillermo Villarruel, tuvo grado de capitán y también luchó contra la subversión. Su Regimiento III de La Tablada, estuvo a cargo del centro de detención y tortura El Vesubio. Décadas después, en el 2015, cuando fue a votar, fue detenido. Cómo era muy mayor, la Justicia dictaminó que no podía afrontar el juicio de lesa humanidad. Su esposa, Diana Destefani, también de la familia militar, hija de un historiador de la marina.
El exministro de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, contó más pormenorizadamente la trayectoria de los familiares de la vicepresidenta. “El padre y el tío de Villarruel fueron parte de la represión. Su padre estuvo en el Operativo Independencia, donde hubo un centro clandestino de detención, que fue la Escuelita de Famaillá. Ahí hubo torturas, secuestros, violaciones, asesinatos y detenciones”, dijo en una entrevista televisiva en 2023.
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Inicialmente, Villarruel formó parte de la Asociación Unidad Argentina, una agrupación fundada durante la década del noventa que cuestiona la política de reconciliación del gobierno de Carlos Menem. Sin embargo, desde 2003 comenzó a pensar en formar una asociación profesional que defendiera los derechos humanos de las víctimas del “terrorismo”. Este es el gran aporte que hace Villarruel a la “batalla cultural” que vienen dando los reivindicadores del terrorismo de Estado y la última dictadura militar: dejar de hablar de los militares y pasar a hablar de “las víctimas” del terrorismo. Para construir esta notición y darle fortaleza conceptual, luego de recibirse de abogada en la Universidad Nacional de Buenos Aires, se abocó a estudiar el “enfoque” adoptado por los familiares de muertos a causa del accionar armado de ETA en el País Vasco en España.
Mientras Máximo Kirchner fundaba La Cámpora a pedido de su padre, Néstor Kirchner, —una agrupación política inicialmente juvenil que había reunido algunos hijos de desaparecidos como Juan Cabandié, Wado de Pedro y Fernanda Raverta—, en 2006 Villarruel fundó el Centro de Estudios Legales del Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV), que reúne a familiares de personas asesinadas por organizaciones revolucionarias. Según Villarruel, se diferencia de Familiares de Muertos por la Subversión (FAMUS) al incorporar a las víctimas civiles como parte del reclamo, y no simplemente a las militares.
En 2014 apareció “Los otros muertos”, libro de coautoría entre Victoria Villarruel y Carlos Manfroni, publicado por Editorial Sudamericana. Los autores plantean que hay 1.010 muertos a manos de las organizaciones guerrilleras. A este número se llegó gracias a recabar notas que salieron en diferentes medios de comunicación. Y aunque la cifra sólo es de civiles, varios de los nombrados pertenecían al Ejército y hay más de 80 fallecidos sin identificar.
Los otros muertos y el CELTYV fueron los bloques sobre los que Villarruel se plantó para construir su discurso. Ella de esa manera, se transformaba en vocera de “víctimas”. ¿Quién puede estar en contra de un civil que murió sin tener nada que ver? Incluso de un militar que murió sin estar en una situación de combate. Sin embargo, si analizamos de dónde surge y su construcción militante, nos damos cuenta que la articulación con las víctimas del terrorismo es una hábil táctica política, un caballo de troya para introducir la vieja y gastado justificación de que se trató de un “guerra”, palabra que uso el propio Javier Milei al asumir como una especie de guiño a ese sector que integró su alianza electoral representados por Villarruel. Vale mencionar que aun si fuera una guerra entre dos ejércitos a los detenidos de cada bando le cabrían los derechos de la Convención de Ginebra para guerras y ningún detenido podría ser torturado, sus bebés robados y ellos mismos asesinados.
No obstante, si analizamos su carrera política, vemos un repliegue estratégico para dar la batalla cultural contra el balance que las organizaciones de derechos humanos lograron transmitir sobre los crímenes de la dictadura. Esto le valió varias críticas dentro de estos movimientos. La reconocida vocera Cecilia Pando se refirió a la actual vicepresidente y dijo: “Victoria no tenía ambiciones políticas. La conocí en 2006, trabajamos un tiempo juntas, y después nos separamos por tener distintos puntos de vista”. Esos distintos puntos de vista hicieron que Villarruel sea vicepresidenta y Pandro una persona prácticamente olvidada por la historia.
¿El apego a las instituciones será el equivalente a la defensa de las víctimas de terrorismo en su fase de activista por así decirlo? Es decir, ¿mantener la sesión del Senado y construir un perfil más institucionalista será un giro táctico como lo dió en el pasado? Este tipo de movimientos sembraron simpatía en el sector del propio peronismo. El senador José Mayans sostuvo en este mismo programa en 2024 que «Villarruel se aproxima ideológicamente un poquito más a nosotros que a Milei» porque “es muy nacionalista”. Después de esto, la misma Cristina Kirchner lo regañó un poquito diciendo que era demasiado amplio en la manera de concebir quién podía ser peronista. Pero no fue solo Mayans. Guillermo Moreno también se refirió a Villarruel y declaró que “es un error pensar que la vicepresidenta no se puede hacer peronista”.
Si tuviéramos que simplificar al extremo, podríamos decir que un político es esencialmente dos cosas: alguien que pelea por el poder y alguien que representa lo que está pasando en la sociedad. Entonces, cuando hay peleas e internas dentro de las fuerzas políticas y los dirigentes, es interesante pensar si solo es una pelea por el poder entre dos personas que piensan lo mismo, o si la pelea entre estos dos dirigentes tiene un correlato en divisiones que surgen de diferentes sectores de la sociedad.
Villarruel tiene una impronta más nacionalista de derecha y conservadora, y Milei está totalmente enfocado en el libre mercado y en la libertad individual. Son dos derechas distintas. Esto resuena en Estados Unidos, donde se peleó Elon Musk, totalmente representante del libre mercado y la importancia del crecimiento de la industria tecnológica, con Donald Trump, representante de los valores tradicionales estadounidense y proteccionista.
Durante la última dictadura militar y luego en los alzamientos carapintadas se expresaron dos alas en el Ejército argentino. Una liberal, vinculada al proyecto económico de Martinez de Hoz y otra nacionalista católica, con una impronta industrialista y neodesarrollista. En el caso de la dictadura militar en Brasil, triunfó esta última. En Argentina, triunfó la liberal que representaba Videla. Los dos jefes que tuvo Eduardo Villarruel, Aldo Rico en Malvinas y Mohamed Alí Seineldín en Campo de Mayo, estuvieron vinculados a esta ala disidente que no fue la triunfante en el país, la conservadora nacionalista. Tal vez ahí empezó a germinar este bambú que es el fenómeno político Villarruel. En ese sentido, se puede entender como un proyecto político militar, conservador y católico de mayor impronta industrialista tenga vínculos con el peronismo tradicional de derecha, también nacido de un proyecto militar industrialista.
Evidentemente, frente a la crisis del capitalismo de globalización expresada en el 2008 con la crisis de Baring Brothers y las hipotecas, empezaron a germinar todo tipo de raras avis ideológicas que van desde las remakes de los nacionalismos de derecha hasta esta suerte de liberalismo ultra globalizante aceleracionista, representado por Milei, por ejemplo. Representan cosas distintas y probablemente a sectores ligeramente distintos, pero tienen un punto en común: la batalla cultural. Ambas expresiones de la derecha se oponen a los valores hegemónicos del progresismo, como el ambientalismo, el feminismo y los derechos humanos.
Sin embargo, en la respuesta de Villarruel frente a la acusación de permitir que se rompa el equilibrio fiscal, respondió que no está mal asistir a los más humildes y dijo que los jubilados no pueden esperar, y menos pueden esperar los discapacitados. Ahí se evidenció una diferencia según la Constitución, sino que además estaba de acuerdo con lo votado. Una cosa es presidir un cuerpo aunque no se esté de acuerdo con lo votado, y otra es estar de acuerdo con la oposición. ¿Cómo seguirá creciendo este bambú? ¿Terminará rompiendo el Gobierno libertario? ¿Qué actitud debe tener el peronismo y la oposición? Seguiremos los movimientos de Villarruel, algo imprescindibles, para terminar de entender el futuro inmediato del Gobierno.
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Vale ir a la historia y decir que Argentina tiene una larga historia de conflictos entre presidentes y sus vicepresidentes: Néstor Kirchner con Daniel Scioli, Cristina Kirchner con Julio Cobos y, con sus particularidades inversas, Alberto Fernandez con Cristina Kirchner. Pero en Argentina no tenemos los casos comunes en América Latina de vicepresidentes que asumen tras la destitución en el Congreso de los presidentes: en Brasil, Dilma Rousseff sustituida por Michel Temer; en Bolivia, Evo Morales sustituido por la legisladora Jeanine Añez; y en Perú, la presidente Dina Boluarte era vicepresidente del destituido Pedro Castillo, y la lista podría seguir.
Hace un año, el ahora asesor de Villarruel, Mario “Pato” Russo, anticipó el conflicto entre el presidente Milei y la vicepresidente Villarruel y las diferencias entre nacionalistas y globalistas. «Hoy la izquierda y la derecha no existen más. Solo falta que una votación demuestre ese quiebre. Es posible que entre Milei y Villarruel haya un momento Cobos», dijo en ese momento.
Según Emilia Delfino, la autora de la “La Generala”, la biografía no autorizada de Villarruel, Emilia Delfino, Russo cobró importancia en el entorno de Villarruel porque insiste en que la vicepresidenta tiene la posibilidad de ser presidente ante una eventual destitución de Milei. “Russo cree que Milei no llega a cumplir el mandato”, señaló. El tiempo dirá.
TV/ff