Año 1998. Una familia de Virginia (Estados Unidos) se ganó un concurso cuyo premio era un crucero por varias playas paradisíacas del Caribe. ¿Qué puede salir mal? Muchas cosas. Incluso puede suceder una desgracia cuyas repercusiones llegan hasta hoy. De eso se trata La desaparición de Amy Bradley, que se acaba de estrenar en Netflix.
La serie documental, dividida en tres episodios de unos 40 minutos cada uno, indaga en una de las desapariciones más célebres de los últimos años: la de Amy Bradley, una joven de 23 años que aún hoy es buscada incansablemente por su familia.
Con un formato clásico de entrevistas, material de archivo de las noticias de la época y grabaciones hogareñas, los episodios intentan desentrañar esa desaparición que sigue siendo un misterio sin resolver, con múltiples teorías sobre su posible destino.
Una noche, Amy participó con su familia de la clásica fiesta de gala del crucero. Más tarde volvió al camarote, que compartía con sus padres y hermano. Luego salió a cubierta y nunca más se supo de ella, justo cuando el barco estaba por llegar a Curaçao.
Muchos testimonios y ninguna certeza
Desde sus padres hasta el jefe de policía de Curaçao, pasando por especialistas en seguridad de cruceros, agentes del FBI, pasajeros y empleados que trabajaban en el Royal Caribbean’s Rhapsody of the Seas en ese entonces, todos prestaron su testimonio sobre lo que ocurrió en esa mole de diez cubiertas, 300 metros de largo y más de dos mil personas a bordo.
La explicación más probable es que Amy se cayó por la borda accidentalmente o se suicidó. Pero nunca se encontró el cuerpo (y con esa explicación no habría serie). Los episodios deciden seguir todas las pistas, desde un posible secuestro para una red de trata en el Caribe hasta un romance con el bajista de la banda, que tendría intereses ocultos.
La serie logra mantener el interés precisamente cuando desarrolla esas teorías aunque parezcan descabelladas. En el primer episodio, aparecen las preguntas en la voz de los entrevistados. “Yo no sé lo que pasó con ella”, dice un hombre. “Alguien la mató”, arriesga una mujer. “Quizá la mataron, la escondieron en una valija y la sacaron del barco”. “Está viva y se la llevaron para explotarla sexualmente”. Una especialista en seguridad va más allá: “Si quieres matar a alguien, llévalo a un crucero porque nunca te atraparán”.
Sin ser un hallazgo del género, La desaparición de Amy Bradley logra ser intrigante y escalofriante al mismo tiempo cuando lleva al límite esas hipótesis. No sólo pone todos los cabos sueltos sobre la mesa sino también los grises -legales y jurídicos- que plantea subirse a un crucero donde el capitán responde a una corporación gigantesca, más atenta al horario del puerto que a la desaparición de una pasajera.
“No íbamos a detener el viaje porque no encontraban a una chica. Es el infortunio de una familia, pero otras 2400 personas pagaron mucho dinero por estar en el crucero. Aunque suene frío, es la realidad”, dijo en una entrevista el capitán, cuando le preguntaron por qué permitió que el barco siguiera viaje cuando ya se había reportado la desaparición.
Aunque busca guiar al público hacia una conclusión más allá de las pruebas y por momentos acumula temas y entrevistas sin una estructura perceptible, la serie logra generar interés y empatía con el dolor en carne viva de la familia, que aún sueña con encontrarla.
Ficha
La desaparición de Amy Bradley
Calificación: Buena.
Género: Documental Protagonistas: Erin Cullather, Sarah Luck e Iva Bradley Creadores: Ari Mark y Phil Lott Emisión: Netflix Duración: tres episodios de 45 minutos.