Hace tiempo que Juan Manuel Fangio dejó de ser el ídolo impoluto. Más allá de las pistas y de su condición de quíntuple campeón de Fórmula 1, trascendió su triple paternidad no reconocida por él pero sí por la Justicia. También se puso en duda su rol durante la dictadura militar, cuando se desempeñaba con un altísimo cargo en la Mercedes Benz Argentina, de la que desaparecieron 17 trabajadores (otras fuentes dicen que fueron 14). Y su aprovechamiento (en realidad, mutuo) del peronismo en tiempos en los que el presidente Perón apostaba al deporte. Esos son los temas que también abarca el periodista Pablo Morosi en su Fangio – El hombre detrás del volante (Editorial Marea), de reciente publicación.
Hasta hace unos diez años, aproximadamente, la bibliografía sobre Fangio era naif. Sólo se dedicaba a enaltecerlo, como si fuese un bronce. Pero desde entonces, y gracias al trabajo serio de varios periodistas, la tendencia cambió y hoy puede reconocerse a un campeón muy humano, con virtudes y defectos. No tuvo la misma suerte, por ejemplo, Diego Maradona, quien nunca quiso o no pudo gambetear los escándalos. Fangio, en cambio, mantuvo una conducta de perfil bajo.
El primero en investigar el lado oscuro de Fangio fue el periodista (y trabajador de este diario) Gustavo Veiga, con su ya clásico Deporte, desaparecidos y dictadura (ediciones Al Arco), en el que refiere a su participación en la filial argentina de la automotriz alemana con el título «Fangio y la Mercedes Benz», firmada por su colega Pablo Llonto. Por esos tiempos –los 2000– también había incursionado en la temática la periodista e historiadora alemana Gabriela Weber con su documental Milagros no hay. Años después fue el periodista y escritor Miguel Prenz quien investigó a fondo su triple paternidad, nunca reconocida por el corredor fallecido el 17 de julio de 1995. Lo hizo en Algo del antiguo fuego – Una historia de los hijos de Fangio (Tusquets). Los descendientes de Fangio debieron apelar a la Justicia para lograr el apellido, a la vez que enfrentaron a los herederos del corredor, quienes quisieron negarles todo tipo de derechos.
Lo destacable de Morosi, entonces, es que en su libro no deja de trazar paralelismos entre su ascendente carrera deportiva y su vida privada, sin entrar en escándalos. En este punto, Fangio – El hombre detrás del volante es tal vez el libro más completo sobre la leyenda del deporte idolatrado en todo el mundo.
«En 1974, en un país sacudido por la violencia política, Fangio asumió, a los 62 años, un reto mayúsculo: la presidencia de la filial local de Mercedes-Benz. Por primera vez, la compañía alemana, que dos décadas antes había elegido a la Argentina para instalar su primera planta fuera de su territorio», se lee en el libro de Morosi. Y también: «Entre los pliegues de un relato idealizado, empezaron a aflorar matices, vacíos y silencios que revelaban al hombre de carne y hueso oculto tras el bronce pulido de su propia leyenda. La convalidación judicial, en 2015, de la existencia de tres hijos no reconocidos –fruto de relaciones con dos mujeres casadas y una adolescente– terminó por correr el velo y permitió que salieran a la luz secretos sobre la vida de un Fangio hasta entonces desconocido para el gran público».
Morosi da cuenta del Fangio futbolero en los descampados de Balcarce, donde nació el 24 de junio de 1911, y de su primera vez, a los 13 años, al volante de un automóvil. Y también del Fangio que a escondidas de sus padres se preparaba para ser el piloto que fue. Al mismo tiempo, fue aprendiz de relaciones públicas con políticos locales y gente que podía pagarle los gastos que genera un auto de carreras. Pasó de las ideas conservadoras a adherir las del peronismo en los 50. De ese entonces, destaca sobre todo su buena relación con Eva Duarte, de quien elogiaba su sensibilidad. Llegó a decir que su victoria en Monza no fue de él, sino «del General Perón» y de «su señora esposa». Se reunió con ellos para celebrar resultados deportivos y hasta recibió la Medalla Peronista al Caballero del Deporte de sus manos. Pero pegó el volantazo que no pudieron la mayoría de los deportistas argentinos cuestionados y condenados al ostracismo tras la revolución libertadora. Entre ellos, la tenista Mary Terán de Weiss, el boxeador José María Gatica y los integrantes del plantel de básquet campeón del mundo en 1950.
«El apoyo del gobierno lo devolví con triunfos, o sea que cumplí con la Argentina de la que Perón era presidente, pero de ahí a decir que estuve afiliado e hice propaganda en favor del Partido Peronista hay siglos de distancia», lo cita el autor del libro.
Morosi dará cuenta de rumores que acompañaron a Fangio en vida, como las relaciones sentimentales que tuvo en Europa, algunas con mujeres famosísimas. Hará hincapié en la compañía casi permanente de Andrea Berruet, una mujer casada que fue madre de su hijo mayor, Oscarcito, quien también acompañaba al piloto cada vez que competía en Buenos Aires.
Sin embargo, Morosi contará sobre una mujer que deslumbró a Fangio: María Elena Piaggio, «esposa del embajador argentino Carlos Hogan». Sobre ella vuelve a escribir en el final del libro. Escribe acerca de los asiduos encuentros con Teresa, a quien había conocido en la zona roja de Milan, Italia. También sobre su creciente fama a nivel mundial, tanto entre la elite europea como en el popular El Show de Ed Sullivan, en los estudios de la CBS en Nueva York, “donde cobró un cachet de 1.000 dólares por salir en pantalla diez minutos en vivo junto al ex boxeador Jack Dempsey”.
Hay tramos del libro que resultan durísimos, como cuando uno de sus hijos lo enfrenta personalmente: la reacción de Fangio nos deja perplejos y nos hace entender que no era tan perfecto como se quiso hacer creer desde siempre.
Fangio fue las 79 victorias entre 1938 y 1958 y los cinco campeonatos del mundo con Alfa Romeo, Maserati, Ferrari y Mercedes-Benz. Pero también fue el hombre que se acomodó al presidente de facto Jorge Rafael Videla y al Carlos Menem con su revolución productiva para unos pocos. Y fue el que estuvo en la Mercedes Benz cuando se despidieron obreros y el que les recomendó que «no tensen la cuerda» antes las protestas por las condiciones laborales.
Cuando secuestraron de sus casas a los referentes gremiales Esteban Alfredo Reimer y Víctor Hugo Ventura y el «cuerpo de delegados quedó desarticulado», fueron «los trabajadores (quienes) consideraron recurrir a Fangio», se lee a Morosi. «Para los empleados, la esperanza de contar con la ayuda de Fangio se desmoronó por completo un mes después, cuando, el 11 de mayo de 1977, lo vieron abordar un avión en el Aeroparque Metropolitano junto al general Videla como parte de la comitiva oficial que lo acompañó en una visita oficial a Venezuela» que apuntaba a enaltecer la figura del gobierno argentino. Desde ahí, nos recuerda el autor de Fangio – El hombre detrás del volante, la Mercedes Benz tuvo «un notable crecimiento en su volumen de negocios, especialmente en lo vinculado a la provisión de vehículos para el Ejército, y se ubicó entre las veinte empresas extranjeras con mayor facturación».
Fangio fue todo esto, y muchísimo más. Y será siempre una parte más que importante de la historia deportiva y cultural argentina. Para entenderlo, el libro de Morosi es una gran puerta de entrada. La salida, es otra cosa.