La puja se define entre una reflexión pesimista sobre el amor, biopics pensadas como blockbusters, el despertar de la muñeca más famosa del mundo, una película de terror que no se asume como tal, otro cuento navideño y más. En esta nota repasamos los puntos fuertes de cada una de las candidatas.
Ningún premio brilla tanto como el Oscar a Mejor Película. Poco importa si la ganadora recaudó mucho dinero o tuvo el visto bueno de la prensa, la estatuilla allana el camino a la posteridad. Hay figuras que pasan su carrera persiguiéndola y no nos extrañaría que dejen espacio en la repisa por “si se da”.
Este domingo, diez películas aspirarán al galardón. Las propuestas son muy variadas: un antídoto para San Valentín, una película de género sobre el Holocausto, un blockbuster sobre el padre de la bomba atómica, el despertar de la plastic girl por excelencia, un thriller judicial, otro relato navideño y más.
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Con la cuenta regresiva para la ceremonia en marcha, analizamos los puntos fuertes de cada una de las nominadas. Tranquilos: no contiene spoilers.
“Pobres Criaturas”
No es casual que el director griego Yorgos Lanthinos describa a sus películas como “niños problemáticos”. Su obra suele mezclar emociones inocentes con ideas retorcidas y este último trabajo -que adapta una novela de Alasdair Gray- es la máxima expresión de ese arte.
Emma Stone es candidataza al Oscar a Mejor actriz por su interpretación de Bella Baxter, una mujer que renació gracias a los experimentos del cirujano Godwin Baxter.
A pesar de que tiene el cuerpo de una adulta, la protagonista debe aprender todo desde cero. Caminar, hablar, leer y darse cuenta de que la tratan como un hermoso objeto de estudio.
Impulsada por su despertar sexual y desarrollo intelectual, no tarda en escaparse de su “Dios”. Afuera es más bello de lo que se imaginaba, pero también más peligroso. Los hombres que aparecen en su camino solo quieren apropiársela, pero ella no tarda en aprender que no le pertenece a nadie.
Hay muchos debates en torno a si esta nueva versión de Frankenstein es feminista o no -sobre todo por un pasaje que conviene no develar-. Ojo, tampoco busca ser un manifiesto. “Bella nunca llegó a saber qué es la vergüenza, así que es totalmente libre de dar sus pensamientos, sus opiniones, su cuerpo, lo que sea”, definió Lanthinos.
“Vidas pasadas”
Nora (Greta Lee) y Hae Sung (Teo Yoo) se enamoran a los 12 años en los suburbios de Seúl. Su historia queda inconclusa cuando ella emigra a los Estados Unidos. La tecnología permite que vuelvan a conversar en su juventud, y ya en la adultez se ven cara a cara de nuevo.
Su reencuentro ocurre con la ciudad de Nueva York de fondo, como exigen las comedias románticas. Pero… esta no es otra comedia romántica.
La directora Celine Song tomó mucho de su propia experiencia como inmigrante coreana cuyos padres persiguieron el sueño americano. El amor es su objeto de estudio y lo somete a dos variantes que pueden ser sus grandes aliados o sus mayores enemigos: el tiempo y el espacio.
Merece reconocimiento su abordaje realista de la madurez y mucho más de lo habitual. Dato aparte, contiene una de las escenas más incómodas de los últimos tiempos y solo necesitó de tres personas en un bar.
“Zona de interés”
El comandante nazi Rudolf Höss (Christian Friedel) construyó una vida de ensueños junto a su esposa Hedwig (Sandra Hüller). Tienen una familia modelo, empleadas que limpian su casa lujosa y un inmenso jardín con pileta. Poco les importa estar al lado de los campos de concentración.
Bajo esa premisa, la banalidad nunca había sido tan estremecedora. El periodista Matías Orta dio en la tecla cuando sostuvo que este ejercicio de estilo del cineasta Jonathan Glazer se suma a la lista de “películas de terror que no se asumen como tal”.
Todas las herramientas narrativas del horror aparecen para concebir una angustiante experiencia inmersiva. El sonido empuja a la sala de cine hasta las paredes contiguas a Auschwitz y lo que queda en la cabeza del espectador es más terrible de lo que se ve en pantalla.
Al final del metraje, el pasado mira al presente y es inevitable no levantarse de la butaca con la sensación de que también toleramos situaciones aberrantes a nuestro alrededor.
“Ficción estadounidense”
Thelonious ‘Monk’ Ellisones (Jeffrey Wright) es un escritor que se cansó de que su color de piel sea lo que define a sus novelas. No importa el género que aborde, siempre lo ubican en las bateas de “ensayos afroamericanos”; un marketing alrededor de la inclusión que solo logra segregar más.
Harto de que su editor le exija una historia más “negra”, decide mandarle un puñado de páginas con una colección de clichés absurdos. La broma le sale mal porque es el primer borrador que le aceptan en mucho tiempo y es un potencial best seller.
Mientras se odia a sí mismo por transformarse en otro promotor de estereotipos que escribe para “blancos que quieren sentirse absueltos”, una tragedia lo lleva a conectarse otra vez con familiares a los que tenía olvidados.
Rodeado por sus seres queridos se enfrenta a sus propias contradicciones y también se pone en tela de juicio a la propia tesis que plantea la película sobre el valor del arte y la gravedad de rotularlo.
“Maestro”
Se maquilló durante horas y aprendió a tocar el piano. Bradley Cooper puso todo de sí en esta película para homenajear a su ídolo: el director de orquesta y compositor Leonard Bernstein, quien lo incentivó a pedir una batuta de regalo cuando era un nene.
El foco está puesto en la vida personal del maestro, pero eso no impide que se le rinda tributo a su trabajo al frente de la Filarmónica de Nueva York o en exitosos musicales de Broadway.
Bernstein no vivió su sexualidad libremente durante muchos años y encontró en Felicia –interpretada maravillosamente por Carey Mulligan-, una mujer que lo amó, lo apoyó y trató de lidiar con las aventuras que él tenía con otros hombres.
Contiene todos los ingredientes para llevarse un Oscar: un guion que expone los altibajos de un genio, excelentes actuaciones y un bello diseño de producción. Sin embargo, no asume riesgos y eso le impide trascender. Es tan perfecta y calculada como cualquier otra biopic lineal de las que se estrenan en vísperas de las premiaciones.
“Los asesinos de la luna”
El tiempo deberá poner a esta película en su lugar. ¿Por qué? Porque efectivamente es cine. No importa si los premios le son esquivos o tuvo un pobre rendimiento en la taquilla, Martin Scorsese plasmó eso que tanto obsesiona a los grandes directores de Hollywood: otra gran tragedia americana.
La película tiene un ritmo menos vertiginoso que Buenos Muchachos o Los Infiltrados, pero encaja perfectamente dentro de la épica criminal del cineasta. La historia muestra -sin concesiones- la masacre real de la Nación Osage, una tribu nativa que se volvió millonaria a comienzos del siglo XX cuando encontró petróleo en Oklahoma.
Todo está montado tan delicadamente que el espectador puede ser testigo (y hasta sentirse culpable) de las injusticias que atormentaron a “los pieles rojas”, que fueron víctimas del genocidio que montaron los ambiciosos colonos blancos.
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Leonardo DiCaprio se luce como un idiota que solo sabe cumplir órdenes -¡cómo no lo van a nominar como Mejor actor!- y Robert De Niro sumó al “Diablo” a su galería de villanos notables, pero el corazón de la historia es Lily Gladstone como la sufrida india Mollie Burkhart.
“Oppenheimer”
A pesar de ser el relato más clásico de Christopher Nolan, también presenta sus habituales (y casi siempre satisfactorias) pretensiones. “Logró la intimidad a gran escala”, celebró la revista Time. Y la definición suena acertada; es muy raro encontrar una biopic en el envoltorio de un blockbuster.
La historia se centra en el físico Julius Robert Oppenheimer, conocido como el padre de la bomba atómica, quien se convirtió en un pacifista cuando se dio cuenta de la destrucción que podría provocar su propia creación.
Es a través de sus ojos que vemos cómo la humanidad es capaz de dañarse a sí misma y justificar cualquier atrocidad que argumente el poder de turno.
Cillian Murphy está perfecto como el personaje del título, mientras que Robert Downey Jr. se consagra como Lewis Strauss. Ellos son los favoritos en sus ternas y lo mismo sucede con la película -que junto a Barbie fue el gran evento cinematográfico en un año donde ni siquiera los superhéroes cortaron millones de tickets-. Todo indica que será su noche.
“Anatomía de una caída”
Sandra Hüller compone a una mujer segura, misteriosa y magnética que empapa todo el relato de su personalidad, mientras el espectador se pregunta si ella asesinó a su esposo en medio de Los Alpes franceses.
Hay varias escenas que recuerdan la pesadilla marital de El Resplandor y una estructura similar a la de Anatomía de un asesinato de Otto Preminger -la musa más evidente de la directora Justine Triet-. Sin embargo, la sensación es la de estar viendo un film que impone sus propias reglas.
En el corazón de esta historia yacen las frustraciones que pueden aparecer en una relación. “Te quejás de una vida que vos elegiste, no sos una víctima. Tu generosidad esconde algo más sucio y malo. Sos incapaz de afrontar tus ambiciones y me atacás por eso, pero no soy yo quien te puso en donde estás”, le grita la protagonista y parece desnudar su psiquis.
Mención aparte para Milo Machado-Graner quien interpreta a Daniel, el hijo del matrimonio, quien tiene una discapacidad visual. Él tiene un incómodo dilema: convencerse de que su mamá es una asesina o de que su papá es un monstruo que se mató como una suerte de venganza contra su esposa.
“Barbie”
Esta temporada no hubo película más arriesgada y divertida que Barbie. La superproducción sobre la muñeca más famosa sale victoriosa a pesar de que al mismo tiempo es un grito de guerra, una oda a la sororidad y un producto desfachatadamente comercial.
Margot Robbie se puso al hombro esta producción que muestra el viaje iniciático de los superhegenómicos Barbie y Ken. Ellos salen de la vida idílica de Barbieworld y se enfrentan al mundo real. Mientras que ella descubre que la calle puede ser muy hostil con las mujeres, él experimenta las mieles del patriarcado.
¿Lo mejor? La directora y guionista Greta Gerwig se las ingenió para que la propuesta no se transforme en un tostón y sin embargo deje un mensaje contundente.
Además, la sensación después de verla es que se grabará a fuego en la cultura pop, como esas películas que son imposibles de cambiar cuando uno hace zapping.
“Los que se quedan”
Este film de Alexander Payne es exactamente lo que uno espera cuando ve el trailer: una historia simple y emocionante. Ambientada en los 70 y rodada como lo hacían en esa época, el tono recuerda a comedias humanistas como Luna de Papel de Peter Bogdanovich o El Graduado de Mike Nichols.
Paul Giamatti interpreta a un cascarrabias profesor que se queda a cargo de un puñado de alumnos que pasarán las vacaciones navideñas dentro de la escuela porque sus padres no pueden ir a buscarlos. Ese es el puntapié para que el protagonista conecte con Angus Tully (Dominic Sessa), un chico que no puede superar lo que le pasó a su papá.
El argumento, de evidente premisa dickensiana, nos recuerda que la gente se muestra antipática como un mecanismo de defensa para no volver a sufrir. En el caso del protagonista vemos que existe un buen tipo debajo de su cinismo ilustrado y varias capas de ropa maloliente.
Aunque se especula que Giamatti puede llevarse el Oscar como Mejor actor que le negaron por Entre Copas -también dirigida por Payne-, el premio mayor es haber sido la pieza central de un clásico instantáneo de Navidad.