A la sombra de la hiperactividad que se vive en la Cámara de Diputados, en el Senado predomina la incertidumbre sobre la posibilidad de que haya una sesión que permita romper la quietud que reina desde hace varias semanas y que mantiene en sordina la inquietud generada entre el personal y los gremios por los despidos dispuestos por Victoria Villarruel y la crisis interna que atravesó el equipo de colaboradores más cercanos de la vicepresidenta.
La última reunión de la Cámara alta fue el 26 de septiembre pasado y es casi un hecho que el recinto no volverá a abrirse hasta mediados de noviembre, cuando se estima que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, brinde el que sería su primer informe ante el Senado desde que asumió el cargo y el último del año.
Las causas de la parálisis son varias. La falta de una agenda con temas de relevancia política y la escasa predisposición de muchos senadores a poner el trabajo parlamentario como prioridad, son sólo algunas de las razones que explican las cinco semanas que el Senado lleva sin celebrar una sesión.
A esto se suma la convulsionada realidad política que viven casi todas las fuerzas con representación parlamentaria, que mantiene a los legisladores con la atención puesta fuera de las cuestiones parlamentarias. La interna por la presidencia del PJ, los vaivenes en la relación entre Mauricio Macri y el Gobierno por el alineamiento de la tropa legislativa de Pro y la fractura del radicalismo en la vecina Cámara de Diputados son sólo algunas de las cuestiones que han ocupado la agenda de los senadores en detrimento de su actividad legislativa.
La ausencia de legisladores es notoria, a tal punto que en las pocas reuniones de trabajo legislativo que se celebraron en las últimas semanas el área parlamentaria de la Cámara alta apeló a modificar la composición de las comisiones, reemplazando senadores ausentes por aquellos que se encontraban en el palacio legislativo el día de la reunión para poder reunir quórum, haciendo uso de una práctica muchas veces criticada cuando el que la utilizaba era el kirchnerismo.
A la parálisis que afecta al Senado también ayuda la política adoptada por el bloque de Unión por la Patria, que viene aplicando una suerte de quite de colaboración como forma de protesta por el número de integrantes que les fueron asignados en las comisiones, medida acordada por Villarruel con los bloques de la oposición dialoguista y que fue ratificada en el recinto en diciembre del año pasado.
Esto se traduce en que la bancada que conduce José Mayans (Formosa) todavía sigue sin designar a sus integrantes en varias comisiones. En aquellas en las que decidió participar, porque la coyuntura política legislativa se lo impuso, el boicot kirchnerista ahora se traduce en la negativa a asistir a las reuniones de comisión cuando el tema en discusión no proporciona una tribuna para cuestionar al Gobierno de Javier Milei. Lo hicieron la semana pasada, cuando no bajó un solo representante del principal bloque de oposición a tratar una serie de acuerdos internacionales que fueron analizados en una serie de plenarios encabezados por la Comisión de Relaciones Exteriores.
El escaso interés de muchos senadores por la actividad legislativa mantiene estancado un par de proyectos impulsados por los ministerios de Seguridad y de Justicia, respectivamente, que cuentan con la aprobación de la Cámara de Diputados y que fueron discutidos en comisiones hace dos semanas.
Se trata de la renovación del programa de entrega voluntaria de armas de fuego y de la ambiciosa reforma penal que impulsa Patricia Bullrich para la lucha contra el crimen organizado. Tras la exposición de funcionarios del Poder Ejecutivo que concurrieron al Senado a defender las iniciativas, se suponía que el plenario de las comisiones de Seguridad Interior y Narcotráfico y de Justicia y Asuntos Penales volvería a reunirse la semana pasada para emitir dictamen y dejar los proyectos listos para su debate en el recinto. Pero esto no ocurrió y, por el momento, no hay fecha para una nueva reunión.
Villarruel y su secretario Parlamentario, Agustín Giustinian, aspiraban a tener esos dos proyectos para convertirlos en ley y, así, darle volumen político a una sesión que, en principio, habían previsto convocar para este jueves. Pero la demora en emitir dictamen frustró esos planes.
En este escenario, el horizonte más cercano para que el Senado vuelva a sesionar es el informe del jefe de Gabinete. El miércoles de la semana pasada cerró el período para que los senadores formulen sus preguntas, fueron más de 1500, por lo que se estima que la exposición de Francos en el recinto recién podría celebrarse dentro de dos semanas, el próximo 13 de noviembre.
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