domingo, 12 enero, 2025
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Suben al ring. Milei vs Cecilia Roth

En un país donde las tensiones políticas y culturales parecen marcar cada rincón de la vida pública, la reciente disputa entre el presidente Javier Milei y la actriz Cecilia Roth expone una problemática más amplia: el silenciamiento de voces críticas, especialmente de mujeres, en el marco de una creciente polarización y batalla cultural. Este conflicto no es anecdótico, sino sintomático de una estrategia política que busca desacreditar el arte, la cultura, la memoria y la agenda feminista.

Descalificar para callar

Cecilia Roth, una actriz icónica con décadas de trayectoria en el cine nacional e internacional, alzó su voz recientemente para criticar al gobierno de Milei. En sus declaraciones denunció lo que consideró una “guerra cultural” contra el arte, la memoria histórica y las políticas de género. La respuesta del mandatario fue contundente y despectiva: “Es fácil llorar censura cuando en realidad el problema es aceptar el fracaso”. Estas palabras, lejos de ser un comentario aislado, revelan una práctica común en sectores reaccionarios: desacreditar a las mujeres que critican al poder, reduciendo sus argumentos a ataques personales. Otra caso similar son las confrontaciones entre el presidente y la cantante Lali Espósito.

La frase del presidente no es solo un insulto a una figura pública, sino también un mensaje hacia todas aquellas mujeres que desafían el statu quo. En un contexto donde el feminismo ha ganado fuerza en Argentina y en la región, esta actitud busca deslegitimar las voces que cuestionan la concentración de poder, la desigualdad y la violencia simbólica.

Arte y memoria

El recorrido de Cecilia Roth como actriz  ha tenido rodajes de películas con mucho que contar sobre la memoria y los derechos humanos. En películas como Kamchatka o Todo sobre mi madre Roth ha representado personajes que narran historias de resiliencia y resistencia. Su asociación con directores como Pedro Almodóvar o con la música de Fito Páez no solo la posiciona como un ícono cultural, sino como una figura que ha sabido poner en el centro de su arte temas sociales profundos. Además es una actriz que tiene varios premios en su haber por dicha labor.

Este recorrido no es casual. El arte ha sido históricamente un espacio de resistencia frente a gobiernos autoritarios y políticas conservadoras. En este caso, la descalificación de Roth por parte de Milei también puede leerse como un intento de vaciar de legitimidad a quienes, desde la cultura, cuestionan las decisiones del poder.

El peligro de la censura encubierta

Aunque Milei negó cualquier intención de censurar el arte o la cultura, las políticas de su gobierno no dicen lo mismo. La reducción de financiamiento al cine nacional, las críticas al contenido educativo con perspectiva de género y las declaraciones de funcionarios contra el movimiento feminista configuran un panorama adverso para la producción cultural libre y diversa.

En este contexto, las acusaciones de Roth no son infundadas. La censura no siempre se manifiesta como una prohibición explícita, sino que puede operar a través de discursos que descalifican, recortes presupuestarios o campañas de desprestigio. Esto afecta particularmente a las mujeres y disidencias que, en muchos casos, encuentran en el arte un espacio de visibilidad y empoderamiento.

Pero la censura y el ataque al arte han sido denunciados por muchos actores de renombre como Norman Briski entre otros.

Una trayectoria que se puede mostrar y ver

El ataque del presidente Javier Milei a Cecilia Roth es más que un agravio personal: es un ejemplo claro de cómo se busca desacreditar a figuras culturales que representan una amenaza para el relato oficial. Acusar de “fracasada” a una actriz con dos Premios Goya, un Premio del Cine Europeo, múltiples Cóndor de Plata y un Platino de Honor en 2024, es negar una trayectoria reconocida tanto en Argentina como en el mundo.

Esta nota no busca defender a Roth ni poner el ojo en la defensa de a otras voces críticas, tampoco  es solo una cuestión de justicia hacia su trayectoria; sino un acto de resistencia frente a un modelo que busca eliminar la diversidad cultural. En esta lucha, el arte y la memoria se convierten en herramientas esenciales para construir un país donde las voces disidentes sean escuchadas y valoradas, y no deslegitimadas con insultos vacíos. La cultura no fracasa; fracasa quien intenta silenciarla.

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