miércoles, 27 agosto, 2025
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Inodoros, piñas y fake news

No fui a la cancha el miércoles. El partido entre Independiente y la U de Chile lo vi por uno de los streaming truchos que lo pasaron. Lo seguí con ansiedad, claro. Hasta que empieza la tragedia. El segundo tiempo no arranca y lo único que me muestra el canal de DirecTV son algunos jugadores que se acercan a la cabecera sur para pedir calma. Las cámaras apuntan a cualquier lugar menos a la tribuna donde están los hinchas chilenos que provocan salvajadas. Lo sabía: a la gente civilizada de la Conmebol le espanta que el producto aparezca contaminado por vándalos. La cuestión es que el partido se suspende y de la ansiedad que me tuvo paralizado una hora no quedan ni rastros. Ahora me sacude el desconcierto. No veo, no sé, no entiendo. Y necesito ver, saber y entender. Por suerte están las redes, los grupos de wasap y los canales deportivos, que me llenan la ansiedad informativa de fake news.

Como si romper un inodoro para usarlo como un arma no alcanzara, como si la masacre de cien barras a diez chilenos indefensos fuera cosa de todos los días, como si provocar la eliminación de tu propio equipo de una copa no fuera suficiente, aparecen las noticias falsas. Innecesarias, pero ahí están.

Todavía quedan algunos hinchas de la U escapando de la emboscada cuando me entra un mensaje en el grupo de hinchas del Rojo: hay cuatro muertos, uno es un pibe de 12 años; el que se tiró de la segunda bandeja está delicado. Me preocupo. Pienso en amigos y amigas que seguro están en el estadio. Le escribo a Diego: no me responde. Le escribo a Mauro: tampoco. Le escribo a Juliana: me dice que está bien, pero que jamás vio algo así. Le cuento la versión de que hay cuatro muertos y le pido que se cuide.

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El jueves arranca temprano. Desde las 8 de la mañana el tema es Independiente. Un amigo me tira la posta por wasap: todo se trató de un pase de factura a Bullrich. Un tuit lo desmiente: es una operación contra Kicillof. En Instagram suman otro argumento conspirativo: la empresa de seguridad privada que contrató el club es de la familia Menem. Todo menos creíble que la declaración jurada de un libertario.

En las redes sigue la avalancha de fakes: una mujer embarazada perdió a su bebé, un niño perdió un ojo, los hinchas de la U violaron a una mujer encargada de la limpieza y a otra le hicieron tomar orina. Se viraliza un audio que suma confusión: “¡Nos están cagando a piedrazos en el colegio los hinchas de la U de Chile! ¡Están sacando a todos los nenes del patio!”, alerta una madre afligida por los niños y niñas que van a la escuela de Independiente que está pegada al estadio. Según quién lo cuente, el atentado de los chilenos también tiene como objetivo el complejo de tenis del club, dos cuadras más allá. Todo es indignante, todo es verosímil, nada es cierto.

Al mediodía circula más información falsa que real. Menos mal que por lo menos existe TyCSports. En el programa Líbero leen un comunicado de Conmebol que es demoledor: Independiente queda descalificado de la Sudamericana, sufre una sanción de dos años sin disputar competencias internacionales y el estadio será clausurado por tiempo indefinido. Un mazazo. En minutos la info recorre las redes. Un golpe tras otro. Los grupos de wasap arden de indignación. Hasta que Ariel Rodríguez, conductor del programa, pide disculpas por haber difundido información falsa.

Los del miércoles fue una masacre, con víctimas de un lado y del otro. Y un daño colateral: la credibilidad, que una vez más volvieron a cagar a palos.

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