En un mundo donde el brillo de la moda muchas veces opaca otras pasiones, Pampita demostró que hay amores que nunca se abandonan. El pasado 29 de abril, con motivo del Día Internacional de la Danza, la modelo abrió las puertas de su vida privada y reveló una faceta que muchos desconocen (o no recordaban) de su historia: su profundo vínculo con el ballet.
Mucho antes de ser la mega estrella que pisa la alfombra roja y se lleva todos los flashes gracias a su belleza y elegancia, Pampita pasaba horas frente al espejo de una sala de danza, enfundada en su malla rosa, soñando con algún día poder presentarse en el Teatro Colón.
“El arte no se trata de ser perfecto, se trata de compartir algo humano. De conectar con la gente a un nivel más profundo”, escribió Pampita en sus redes, acompañando un emotivo posteo con fotos de su niñez como bailarina, citando nada menos que a Mikhail Baryshnikov.
Cabe recordar que Carolina estudió ballet clásico durante nueve años, seis veces por semana, con exámenes incluidos en el emblemático escenario del Colón. No era un hobby: era su motor. Pero el destino la llevó por otros caminos. La moda la encontró y la convirtió en una de las figuras más influyentes del país. Sin embargo, jamás dejó que la danza desapareciera de su vida.
EL BALLET, UNA PASIÓN QUE PAMPITA LE TRANSMITIÓ A SU PEQUEÑA HIJA ANA
A lo largo de su carrera, Pampita se mantuvo conectada al baile. Lo demostró como participante y jurado del Bailando, y también en su vida privada, al asistir a espectáculos, colaborar en proyectos artísticos y en estos últimos años hasta compartir esa pasión con su hija menor, Anita -fruto de su relación con Roberto García Moritán-.
La pequeña ya sigue esos pasos que en su momento su mamá dejó a medias. Va a clases de ballet, hace amigos, se presenta en escenario y lo hace con dedicación y alegría, como buena heredera de Carolina. “La acompaño en todo lo que le gusta. Me emociona verla disfrutar del ballet como lo hacía yo”, contó la famosa en su momento.
El pasado Día de la Danza fue distinto para la modelo. No hubo escenario, pero sí emoción. Un puente entre el pasado y el presente, entre madre e hija. Porque, aunque la moda hoy sea su universo, la danza sigue latiendo fuerte en el corazón de Pampita.